La perinola: El poder de las pequeñas cosas
Por Álex Ramírez-Arballo
Los años me han enseñado que las grandes cosas, como decía San Ignacio, solo se consiguen haciendo las pequeñas; es decir, que las grandes cosas no se hacen sino que se reciben. Son un regalo o, para decirlo en términos agrícolas, es la cosecha natural que deviene como consecuencia gozosa del esfuerzo que se ha sabido entregar a tiempo, a su hora y en el lugar preciso. Sin embargo, veo que esta verdad evidente en sí misma pasa desapercibida para muchos de nosotros. Lo fue para mí durante mucho tiempo, pero claro que yo no soy referente de nada porque ha sido desde pequeño un ser de cabeza dura, lengua fácil y viciosamente proclive a la arrogancia. Lo que me preocupa no es lo que yo haga o deje de hacer, porque finalmente puede decirse con justicia que estoy amortizado, sino lo que las generaciones novísimas persiguen, espoleados por un aire de los tiempos que alienta precisamente estos enormes despistes.
Hay dos aspectos que quiero considerar en esta página. Primero, resulta claro que vivimos tiempos de aceleración constante. La premura lo dirige todo, arrebatándonos la oportunidad de degustar con calma y eficiencia lo que vamos realizando; pareciera que lo que hoy hacemos de poco vale porque lo que debemos hacer nos viene empujando de tal manera que ya no nos queda tiempo para nada. La pausa es, pues, una traición en toda regla.
Lo segundo lo es solo en orden, no en magnitud. Me refiero al desordenado apetito que sacude las conciencias contemporáneas: el ego. Se trata de un dispositivo inoculado desde los grandes mecanismos de la propaganda; no es conspiración, es evidencia cotidiana de naturaleza mercadológica. Para ser es preciso ser visto, reconocido y admirado. Se trata del imperio fugaz de la moda, hoy al alcance de todos gracias a las bondades de la telefonía móvil y sus conexiones de alta velocidad. Esta desesperación que supone la urgencia de ser visto siembra en la conciencia de muchas personas la premura y la falacia atroz de renunciar a lo simple para maximizar el esfuerzo en espera de un resultado tan fabuloso como expedito. Esta es la fórmula perfecta para el desastre mental, la angustia, la agonía y finalmente la locura.
Por eso reivindico hoy, a mis años, el poder radical de las pequeñas cosas, las que se hacen con conciencia fabril y amor por la vida, que es esto que tenemos ahora frente a nuestras narices y no la imagen inflamada y dulzona que ha corrompido hasta el último rincón de nuestra mente. Es así.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com