De mente abierta y lengua grande: El chicle prieto
Chef Juan Angel | @chefjuanangel
-¡Panchooooo!-
-¡Chamaco huevón, levántate, ve con la Armida de Mani! ¡Tengo desde la mañana diciéndote, por tu culpa no he podido lavar-
-Ay amaaaaaá, ya voooy-
Toc toc…Toc toc…
-¡Pásaleee! ¿Quién eres?-
-Soy Panchito de la Teresa, me dijo mi amá que si tiene chapopote que le dé para tapar una tina-
Mani era ganadero, en su último viaje a Hermosillo se había surtido con harinolina, salvado y un buen de chapopote -Armida, pon la jarrilla vieja en la hornilla y échale chapopote- el también llamado pichi, chapopote o asfalto (petróleo crudo que se filtra en la tierra, solidificándose) era troceado por Mani con una barra de fierro para ponerlo en la vieja cacerolita, derretirlo y verterlo sobre los agujeros de los tambos donde se echaba el agua para las vacas.
–Amaá, aquí está el chapopote- dijo Panchito con una carita de ternura mientras la veía a los ojos -Ándale pues, agarra un pedazo y vete a jugar- Francisco agarró una piedra y golpeó fuertemente el trozo de chapopote para romperlo y tomar un pedazo; y así, directo del piso y sin enjuagarlo lo metió a su boca y caminó a donde estaban sus hermanas Meche y Martina –Lero, leroooo… miren lo que traigo- dijo mientras chupaba el trozo de petróleo moviéndolo por toda su boca -Meche, no le digas nada al fachoso de Pancho, ahorita se va a enfadar y lo va dejar por ahi- dijo Martina mientras se saboreaba viendo a su hermano disfrutar el chapopote; y en menos de lo que canta un gallo, Panchito sacó el chapopote de su boca transformado en un chicle prieto con una consistencia parecida a la plastilina, solo que el sabor ya no estaba, Panchito se lo había tragado durante el masticado; lo puso encima de la mesa del comedor y siguió corriendo por la casa jugando en su caballo de madera -¿Qué te dije Meche?, ahi está, ahora te toca a ti y luego me lo prestas- Martína tomó el chicle prieto, se lo pasó a su hermana, Meche lo metió inmediatamente en su boca y comenzó a suavizarlo nuevamente mientras lo masticaba con fervor.
La mañana siguiente, Martina llegó a la primaria con el chicle en la boca, entró al salón, sacó el cuaderno y puso el chicle a un costado -Mira Florina, la Martina acaba de dejar un chicle en el mesabanco- dijo Ernestina al mismo tiemplo que se levantó ligeramente del asiento, estiró el brazo, pepenó el chicle y se lo metió a la boca -Ay Ernestina, ese chicle ya tiene tres pasadas, no te va gustar- le dijo Martina.
Fue hasta 1968 que el comerciante Joaquín Figueroa llevó chicles (Adams) para vender por primera vez en la Capital del Mundo, llenando los frascos de cristal que tenía la Amalia en su tienda.
El chicle se obtiene del árbol “Chicozapote” cuyo hábitat natural se extiende desde México hasta Sudamérica, para obtenerlo se hacen cortes en las ramas más altas del árbol, de esta manera escurre una savia que se deposita en contenedores colocados en el suelo. Solo los árboles de 25 años o más son utilizados para obtener tan aclamado producto, además, se dejan descansar tres años entre cada corte. Después de un proceso de cocción, se agregan colores y sabores a la goma, misma que industrializó Thomas Adams, un amigo estadounidense de Antonio López de Santana, quien durante su exilio en Estados Unidos se hizo llevar un cargamento del producto. Fue hasta 1871 que se lanzó la goma de mascar de chicle bajo el nombre de Adams New York Chewing Gum. Casi 100 años después llegó a la tienda de la Amalia para convertirse en el producto ideal de los enamorados… pero esa es otra historia…
Chef Juan Angel – Licenciado en Periodismo y chef profesional, conductor de televisión, creador de contenidos gastronómicos y embajador de marcas de alimentos.