jueves, noviembre 21, 2024
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Luces y sombras: La paz nos traerá seguridad

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Por: Armando Zamora
Armando ZamoraDe acuerdo con algunas páginas de internet, el Principio de Parsimonia o Principio de Economía o Principio de Simplicidad es la expresión del sentido común, y su aplicación no debería plantear problema. Los desacuerdos, sin embargo, surgen a la hora de definir la noción de sencillez de una hipótesis. En efecto, los hábitos de pensamientos y las creencias determinan en gran medida lo que una persona está dispuesta a considerar sencillo.

En lenguaje moderno, este principio significa que no se deben multiplicar las causas: es decir, las hipótesis, en un razonamiento: un raciocinio basado en premisas menos numerosas y más sencillas es más verosímil. Cuanto menos se supone, mejor.

Este principio también es conocido como la navaja de Ockham. Fue formulado al final de la Edad Media por el monje franciscano y filósofo Guillermo de Ockham, aunque era conocido antes de él. En su redacción original del siglo XV dice, en latín: “Pluralitas non est ponenda sine necessitate”: Las cosas esenciales no se deben multiplicar sin necesidad.

En el campo científico se dice que hay que favorecer la hipótesis más sencilla que explique las observaciones o que por lo menos sean compatibles con ellas.

Este principio es frecuentemente llevado más lejos desde que se empezó a admitir que las leyes físicas eran escritas en el lenguaje de las matemáticas: la hipótesis más sencilla es “a priori” la que tiene una formulación matemática más sencilla.

El Principio de Parsimonia es el que debe privilegiarse al juzgar los hechos acaecidos la semana pasada en San Bernardino, California, donde una pareja abrió fuego en un centro comunitario, con un resultado de 14 personas muertas y una veintena herida.

Insisto en que cualquier acto criminal en el que personas inocentes resulten muertas o heridas debe ser abominado por todos. No cabe la posibilidad de eximir de castigo a quienes deliberadamente atacan a personas indefensas y pasan sobre ellas. Y eso se aplica a todos lados del mundo.

Lo que pasó en San Bernardino fue un acto criminal que desde un principio no se atrevieron a calificar como terrorismo. Claro que es terrorismo, aún si fuera doméstico. Y no es gratuito que desde un principio las autoridades se guardaran la clasificación, sobre todo ante los medios y de frente a una sociedad como la norteamericana, que entra en un estado de histeria a la menor provocación.

Sin embargo, la simplificación de la realidad que suelen hacer los políticos y los comunicadores muchas veces lleva como consecuencia que no se aborden los problemas estructurales que amenazan el sistema de convivencia. Uno de los problemas contemporáneos que angustia a la humanidad es esa nueva forma de violencia que hemos dado en llamar terrorismo, y que por su relevancia debiera tratarse en profundidad y no con la superficialidad con que la califican y combaten.

Una crítica desde la filosofía social del terrorismo acerca al pensador a analizar esa realidad desde todas sus perspectivas de configuración, gestación y acción. Para dar a la sociedad una respuesta coherente se hace necesario partir de la realidad del terrorismo como hecho sociológico y considerar las causas que han influido en la gestación de la ideología que lo justifica como forma de lucha armada.

Algunos expertos señalan que el juicio social sobre el terrorismo se construye sobre una culpabilidad en la que nada puede eximir a sus artífices de la responsabilidad criminal de sus actos. La ley enjuicia hechos y asigna la culpa a quienes en atentan contra el derecho ajeno en su vida y en su bienestar. Lo único que exime de responsabilidad a la persona sobre sus actos es la enajenación, por ello debe exigirse que se aplique la ley sobre quienes plantean la violencia como forma de presión política.

La culpabilidad de quienes llevan a término cualquier acto terrorista supone la total responsabilidad personal de las consecuencias de esos actos, pero el análisis de las causas ayuda a prevenir esos actos, y tanto verdugos como víctimas se hubieran ahorrado la desgracia.

En esa filosofía de reducir las causas debe moverse la política social, mencionan los expertos, sin que ello suponga la atenuación de la culpabilidad de quienes escogen la lucha armada y no la acción política como recurso para el cambio social.

Hay que considerar que las causas del terrorismo se encuentran muy próximas a las que en la historia han generado las revoluciones o convulsiones sociales. Destacan dos, que no por genéricas y reiteradas a lo largo de los siglos dejan de mostrar su vigencia: La injusticia social y La dominación extranjera. Una y otra han recibido muy distinta consideración social según como evolucionaron los acontecimientos y quien interpretó y redactó el legado.

Si nos asomamos a la historia de la humanidad veremos que el mundo se ha convertido desde hace un par de siglos en un territorio fértil para el temor y la manipulación, donde se privilegian las tragedias para lograr efectos que convengan a los grupos de poder.

ataque

En San Bernardino sucedió un hecho trágico. Y curiosamente, los especialistas entrevistados por los medios coincidieron en señalar que esto era algo que ya esperaban. ¿Dónde? En toda la geografía de ese país. Sucedió en California, pero pudo haber pasado en cualquier otro estado.

En el transcurso de unas cuantas horas, los investigadores encontraron evidencias de que el ataque estaba ligado al terrorismo, y confirmaron el hallazgo de doce bombas de fabricación casera en el domicilio de los sospechosos.

Según nadie oficial, la pareja de criminales había prometido lealtad al líder del Estado Islámico (EI) “en un mensaje en facebook”, y que el mismo EI reivindicó el atentado.

A casi una semana de los hechos en esa localidad californiana y después de varias teorías que se han puesto en el tapete de la discusión surge lo que no se atrevieron a señalar desde el primer momento: es conveniente para el gobierno estadunidense que ese ataque sea calificado como terrorismo, y lo es más si los perpetradores son vinculados con el Estado Islámico, porque mientras las fuerzas de la coalición europea bombardean en primera persona los bastiones de ISIS, Estados Unidos es un testigo lejano que finalmente tiene un argumento para anotarse en la lista de jugadores de esa práctica malsana llamada guerra.

Todo este manejo periodístico y político del caso San Bernardino recuerda los peligrosos episodios vividos no sólo por los norteamericanos, sino por todo el mundo, cuando decidió desatar su ira contra Irak y Afganistán, en dos episodios que pueden catalogarse como uno solo, en la búsqueda de armamento nuclear y de Osama bin Laden. Al final: ni armamento de destrucción masiva ni un caso sólido en la eliminación de Bin Laden, pues integrantes de la misma milicia estadunidense han desacreditado los hechos, al grado de señalar que Osama ya había muerto desde antes de su incursión.

Este lunes, con el Despacho Oval como escenario como para dar mayor solemnidad a la ocasión, Barack Obama se dirigió a la nación y dijo que las 14 personas muertas “eran parte de la familia americana”, aunque de nombre no los haya conocido jamás. Y ante los temores de la población, el presidente señaló que “la amenaza terrorista ha evolucionado a una nueva fase”. Y si bien este peligro es real, subrayó, “lo superaremos. Destruiremos al Estado Islámico y cualquier otra organización que intente hacernos daño”.

Mientras, por otro lado, el Dalai Lama subrayó que el diálogo con los militantes del Estado Islámico es imprescindible.

En Bangalore, sur de la India, donde participó en un seminario sobre la paz y la economía, indicó que el islam es una religión de paz. Los que son intolerantes dañan su propia fe y les hacen daño a sus propios hermanos, señaló el líder espiritual tibetano.

“Tiene que haber un diálogo, y con el EI también. Uno debe escuchar, comprender, y respetar a los demás. No hay otra manera”.

Debemos construir entre todos la vida política y social tomando en consideración que mientras las causas permanezcan habrá mucha más posibilidad de que el terrorismo aparezca, y asumir una realidad que no debe ser obviada desde la consideración que las fuerzas de seguridad mantendrán dominadas todas las situaciones, porque, aunque se puedan reducir los movimientos que gestan los grupos guerrilleros, es considerablemente más difícil neutralizar los sentimientos del sentir los propios derechos violados.

Y es que la seguridad –como dijera el profesor Fernando Montiel– no nos traerá la paz: la paz nos traerá seguridad”.

Sin embargo, Obama no parece estar muy de acuerdo con ello: simplemente ha dejado de lado el Principio de la Parsimonia para crear un estado de confusión dentro de la histeria colectiva que vive su país no por los ataques que vienen de fuera, sino por los mismos que ellos desatan dentro, y que se manifiesta constantemente en protestas callejeras contra el abuso de autoridad. De su propia autoridad, claro.

 

Armando Zamora. Periodista, músico, editor y poeta.
Tiene más de 16 libros publicados, 12 de ellos de poesía. Ha obtenido más de 35 premios literarios a nivel local, estatal y nacional. Ha ganado el Premio Estatal de Periodismo en dos ocasiones.  Ha sido becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sonora (FECAS). Una calle de Hermosillo lleva su nombre.


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