Die Woestyn: El gran tazo de la diversidad
Por Alí Zamora
En el calendario americano moderno, de acuerdo a las encuestas más recientes publicadas por The Arizona Rancher’s Journal, hay dos días en el año, cada año, donde la totalidad del consumo de alimentos promedio per cápita podría abastecer por más de una década a una nación africana de mediano tamaño.
El segundo lugar de esa encuesta de temática con tintes de gula romana lo ocupa el Día de Acción de Gracias, donde tradicionalmente se cocina con ingredientes similares a los encontrados en los tiempos coloniales de Norte América: papas dulces, arándanos, ejotes y un pavo. Todo en honor a los sacrificios de los nativos americanos para que la gran nación de los Estados Unidos pudiese existir y ser creada por el Jesucristo que no es Nazareno, sino que es un hombre de piel blanca nacido en Oxford, Inglaterra.
Esto de acuerdo a los libros de Historia 1 en las escuelas primarias de Texas y Kentucky, por lo menos.
Y para enmarcar la memoria de los Powhatan y Huron de manera más adecuada, como presagio de los conflictos venideros entre ambas razas (nativos e invasores), al instante de terminar el primer plato de pavo con gravy de pavo y ejotes con gravy de champiñones y cacerola de papas dulces y malvaviscos y puré de papas con ajo y salsa de arándano on the side (para no ser goloso, pues) y panecitos hawaianos, porque no importa que Hawaii se encuentre en el Océano Pacífico y en aquél entonces ni siquiera nacía el rey Kamehameha (pronunciado en el nativo dialecto del Pacífico Ka-Milla-milla. ¿Sabía usted que en el estado de Hawaii se encuentra el único palacio o castillo construido por personas nativas o proto-nativas de los Estados Unidos? Entre más sepa…), se sirve una replica exacta del plato inicial, misma que se traslada a un área no lejana a tres metros cuadrados del televisor más cercano y se sintoniza la transmisión de la NFL: el anual “juego de acción de gracias” en Detroit.
De acuerdo al americano promedio, Detroit es más parte de Canadá que Alberta misma, pero eso ya es un asunto que estrictamente se debe dirimir entre Eminem y Justin Bieber.
Volviendo a la encuesta y el día ganador, donde incluso el Baco antiguo, dios de los bacanales y el viñedo, observa a las personas con un temor cardíaco al sentir el colesterol crecer en su ser por osmosis divina, es otro. Que las constantes de alimento y deporte sean las mismas es otra mera casualidad.
El Súper Domingo de Super Bowl © TM ®
Cuenta la leyenda (o el Rancher’s Journal, en este caso) que toneladas de limones, limas, tomates, aguacates, extremidades de aves galeiformes, zanahorias, carne molida, lácteos, harinas, aceites, grasas, azúcares y quizás también nueces y legumbres son preparados, cocinados e ingeridos. Encima de todo eso, existen otros innombrables productos que son procurados en un estado de ebriedad soporíferamente hambrienta.
Yo admito no ser un fanático de pasión cuasi-religiosa del deporte conocido localmente como Football, también conocido como Futbol Americano en Latinoamérica y como American Rules Football en las islas del Pacífico Sur (entiéndase Samoa, Nueva Zelanda, Australia y todas las Guineas, viejas y nuevas). Sin embargo, me mantengo al tanto de equipos, jugadores, noticias y demás, ya que debido a su popularidad descomunal con los ciudadanos promedio, es mejor tener un conocimiento básico general, de lo contrario los encuentros sociales pueden tornarse monótonos de manera exabrupta.
Son varias las razones de por qué me mantengo a una distancia segura de este deporte en particular, entre ellas: el hecho de no tener un calendario básico, si no ser creado mediante un pequeño big bang donde los encuentros son elegidos de la nada y sin razón aparente, dando como resultado un posible espacio de años entre confrontaciones entre ciertos equipos; también el hecho de ser un deporte basado en turnos específicos, a diferencia del futbol asociación y el baloncesto, el juego no prosigue indefinidamente, cada jugada existe dentro de su propio microcosmos; o quizás también porque nadie puede explicar y poner en práctica lo que significa “cachar” el ovoide en relación con las reglas de juego.
En fin.
Pero la razón que debe ser considerada como principal es el hecho de no haber crecido en la cultura que rodea al deporte, misma que se inculca a los jóvenes desde la adolescencia en la high school y continúa en el mundo de los deportes colegiales (Fork ‘Em Devils! #SunDevils #ASU).
Es básicamente, creo yo, lo que le sucede a personas que pueden nombrar todas y cada una de las distintas maneras de alinearse ofensivamente en el campo de juego de cien yardas, pero no pueden entender el concepto de acenso/descenso de las ligas de futbol latinoamericanas y europeas.
“No entiendo, simplemente no lo entiendo y me confunde. ¿Cómo deja la ciudad que su equipo local de futbol asociación sea relegado fuera de la liga profesional de su país sin argumento alguno?”, comentó una vez KCDay mientras yo buscaba explicarle los pormenores de una liga profesional. (Dude! What the fuck? They really just let that shit happen? I don’t get it)
El entendimiento de ese tipo de detalles, o la falta del mismo, no tiene nada que ver con la inteligencia del individuo con base en conocimiento teórico general, ni merma la habilidad del mismo para correr rápido, saltar lejos o cargar grandes cantidades de peso a pura fuerza bruta y vértebras.
Podría verse simplemente como un tipo de indoctrinación (si se me permite el palabro) social, donde hay una pirámide invisible dentro de cada comunidad creada alrededor de los atletas y el asombro y recompensa por cosas que ellos pueden lograr físicamente, mismas que seres comunes y corrientes, como su servilleta, no podemos.
Ese sentimiento no es exclusivo a un solo deporte, pero esa creación social tan poderosa es muy única alrededor de la NFL. Tanta que puede de una manera crear una inmortalidad deífica alrededor de ciertos hombres, mientras que a otros, por razones que sigo sin entender, puede destruir eso mismo, que es en realidad lo único que tenemos todos, más allá de lo financiero: el buen nombre y nuestro honor.
Tal es la fuerza de ese deporte y esa liga. Digo, hasta tienen un día reservado anualmente de manera exclusiva.
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El domingo siete de febrero, año 2015 de la Era Común, a las 3:30 pm, horario estándar del Pacífico, se llevó a cabo el tradicional “volado”, y en cuestión de minutos, himnos, comerciales televisivos y canciones, dio lugar la patada inicial.
En la tierra de las barras y las estrellas (bueno: para muchos son las barras y para pocos son las estrellas, más para mal que para bien) usualmente un evento, cualquier evento, no puede ser solamente un evento. Por lo que no sólo era este un juego donde se va a disfrutar el espectáculo o a disputar un campeonato en el que al final uno de los equipos será coronado no nada más campeón del Super Bowl, sino que podrán fanfarronear de ser campeones mundiales de football (World champions of Football). Caso curioso que en un evento mundial, un equipo americano siempre sea el triunfante, pero deberíamos estar acostumbrados, ya que sucede lo mismo en la serie mundial de béisbol, donde nada más juegan equipos estadounidenses y uno o dos, dependiendo de la expansión, de Canadá, que en este caso es un país colonizado por los gringos, beisboleramente hablando.
No, era/es también un desfile de todo lo bueno y todo lo malo que acarreamos dentro como sociedad e individuos.
En el camino al Súper Tazón, o como decían Tommy y Carlitos en la caricatura infantil Rugrats: el gran tazo, el súper tazo o el Ultra Bowl (en inglish), ocurrieron varios accidentes del destino, de la sociedad y deportivos. Pero los creados por el hombre mismo son los que me interesan más
Quizás es, en gran medida, porque me gusta hacerle al loco, jugar al abogado del diablo (aunque ése es Keanu Reeves, todos lo sabemos), o quizás es porque he llegado a esa edad donde ya no se olvidan tan fácil los abiertamente expuestos prejuicios sociales/económicos. Pero cuando la queja principal de las personas sobre un jugador, en relación con este súper tazo, es “el carácter” de ese deportista, aunque dicha persona haya sido votado “jugador más valioso”, “mejor jugador ofensivo” y haya sido el “líder” del mejor equipo de la temporada, me hace pensar respecto a que podrá existir detrás de lo que se dice, de cómo se dice y, sobre todo, de lo que no se dice.
El mariscal de campo, llamado quarterback en su idioma inglés, es en teoría el líder de facto de los equipos de futbol americano, pero se ha visto a través de la historia cómo existen otros jugadores que pueden, por encima del mariscal de campo, alterar el curso de una juego, equipo o temporada debido a su talento en “X” posición, como el ejemplo de Troy Polamalu, Clay Matthews o Ray Lewis (de los Acereros de Pittsburgh, los Empacadores de Green Bay y los Edgar Allan Poes, digo Cuervos, de Baltimore, respectivamente) quienes fueron/son jugadores defensivos.
Históricamente, el mariscal de campo tenía que ser no solamente un atleta, sino una persona de alto coeficiente intelectual para poder aprender todas las alineaciones, formaciones, jugadas regulares, jugadas truco, posiciones de campo, reporte de scout de la defensa contraria y fechas de cumpleaños de jugadores claves (y sus familias) en las líneas ofensivas y/o defensivas. Pero antes que todo eso, la historia lo condenaba a ser más blanco que la nieve de Wisconsin.
Consecuencia de esto mismo, y debido al desarrollo de la sociedad humana en este país plagado de movimientos de derechos civiles, igualdad de los sexos, protección a orientaciones sexuales distintas y demás leyendas que aparecen en pancartas, no fue hasta 1968 que se le permitió a una persona negra ser mariscal de campo: Marlin Briscoe. Y hasta la fecha es un tema muy controvertido ser (o querer ser) mariscal de campo y tener un alto grado de melanina en su ser. À dire, la peau noire, diría François Gérard Georges Nicolas Hollande, le franchute president.
Y si por un lado tenemos a Cameron Newton: negro, que decidió celebrar como Super Man, a quien se nos dice no hay manera de detenerlo cuando corre (supuestamente); haciéndole frente a Peyton Manning: blanco, viejo, terminando su carrera, lesionado hasta en el alma; no es solamente lo nuevo contra lo viejo, es lo conocido contra lo desconocido, lo seguro contra lo inseguro, la tradición contra la desconfianza.
Pero no quiero que se diga que quedó prejuiciada la cosa de mi parte: sí, a final de cuentas ganaron los Broncos de Denver de la mano del defensivo Von Miller, en contra de las Panteras de Carolina y el anteriormente mencionado señor Newton.
En un partido francamente lento y manejado por las defensas, pero no nada más eso, sino hasta cierto punto letárgico, donde el marcador y la posición de campo se mantuvieron en todas y cada una de las pausas que tomé para cocinar aperitivos, desde quesadillas hasta pimiento verde relleno de pimiento rojo y arroz.
Al finalizar el Ultra Bowl, casi de inmediato, y ni se diga al día siguiente, los reportes evisceraron a Cameron Newton, quien sí dijo durante toda la temporada que se estaban divirtiendo y por eso bailaban las Panteras tras cada anotación, quien sí dijo que quería ganar un Super Bowl en el escenario más grande porque para eso juegan todos los que juegan, pero que en realidad nunca dijo “nosotros somos el mejor equipo y que chingue su madre el América para siempre forever” (solamente dijo lo del Ame… y eso lo dicen todos los que tienen fe en la humanidad).
Lo curioso es que si comparamos su historia con la de otro mariscal, quien es blanco (ah, sí, ¿ya lo dije, no?), de Texas, quien ha tenido una vida de privilegios y quien ha (milagrosamente) hasta la fecha solamente sufrido repercusiones menores y eso por parte de la prensa escrita, veremos esas diferencias de cómo contamos lo que contamos y decimos lo que decimos.
Y no, no estoy hablando respecto al señor Manning, quien se ve envuelto en su propia controversia de dopaje (“¡No Mamar!” – Omar) al surgir en un reportaje de Al Jazeera, que relata a través de un informante, que desde entonces ha retractado su historia, como en una clínica americana se suministró la hormona del crecimiento humano, o HGH, por sus siglas en inglés (Human Growth Hormone) a nombre de la esposa del señor Manning, curiosamente después de tener él intervenciones quirúrgicas en su cuello para fusionar vértebras, sucediendo este supuesto dopaje previo a una temporada titulada “del regreso”, debido a la eficiencia y fuerza con la que regresó al campo después de una cirugía que pudo terminar con su carrera (¿Cómo va la canción? “Coincidencias de la vida, no son como imaginaba, no son como yo pensaba” ¿o eran los caminos de la vida?)
El otro mariscal de campo a que me refiero es un tal Johnny Manziel, también conocido como Johnny Football en sus mejores tiempos. O Juan Fut si quieren.
Él no estaba en el súper tazón, no estaba en un equipo ganador, ni siquiera estaba sobrio para propósitos de esta historia. El señor Manziel se pasó las ultimas dos semanas embriagado en diversos tipos de alcoholes y debatiendo físicamente en público con su ahora exnovia, una señorita Crowley.
Bueno, si no estaba en el gran tazo, si su temporada ya había terminado y si todos hemos, en algún u otro momento, peleado con nuestra pareja y, quizás, consumido alcohol (al mismo tiempo o uno después del otro), muchos preguntan ¿cuál es el problema?
Dependiendo de quien responda: ninguno o varios.
El problema desde el punto de vista “profesional” (como dicen “el deporte profesional”), es que el señor Manziel se encuentra aún bajo contrato, y es que el señor Manziel también perdió tiempo de práctica por haber estado embriagado durante la temporada, es que una organización que funge como equipo en la NFL somete a sus jugadores a protocolos físicos, médicos, financieros y sociales que deben cumplir siempre y cuando se encuentren bajo contrato, pero el señor Manziel decidió, sin consultar con alguno de sus empleadores (aún bajo contrato), que él no requería protocolo de contusión, él requería irse a Las Vegas “a ponerse un pedo” (como dicen en ciertos lugares de España), y finalmente, y si a alguien le interesan este tipo de detalles, el problema también es que la señorita Crowley terminó sorda de uno de sus oídos al ser golpeada por el señor Manziel en el rostro durante ese debate físico en público, el cual comenzó en un hotel, escapó a un bar donde cuenta la señorita pidió ayuda a gritos a un valet, quien se lavó las manos con fuerza bíblica, prosiguió dentro de un vehículo y culminó con la policía de Dallas/Fort Worth buscando al señor Manziel con efectivos uniformados en patrulla y helicóptero.
Hay quienes dicen que el señor Manziel no tiene la culpa, que es una víctima del entorno de venir de una familia con dinero, de atender escuelas donde se codeó con otras familias con dinero y falta de responsabilidad legal/moral, de crecer en un entorno donde se loaron sus habilidades con un ovoide de cuero, mas nunca se fomentó una guía de su comportamiento como miembro de una sociedad, de haber atendido una preparatoria donde lo único que importaba era si Juan Fut iba a estar listo o no para los juegos, de haberse rodeado toda su vida con personas que habilitaban en vez de “limitaban”. Más afluenza no se puede padecer.
Y luego, el college, más fiestas, más pedos que ponerse, y, por supuesto, menos responsabilidad individual. Lo que Johnny Manziel necesita es ayuda y todos la piden a gritos, menos él.
Eso dicen.
Esas mismas personas (algunas) van a decir que el señor Newton sí tiene la culpa por sus acciones y por el poco amor que le tiene el público en general, porque a final de cuentas él (Cam) es quien toma la decisión de ser engreído, de responder inicialmente con sinceridad cuando se le pregunta si ser negro (o afroamericano) es algo que las personas toman en cuenta para después ser acusado de racista diciendo que busca llamar la atención, no obstante, siendo un reporte quien planteó la pregunta de actuar sin clase en las victorias en conjunción con sus fanáticos al regalarles ovoides de anotación a los niños, y, más recientemente, de tener un hijo a pesar de no haber contraído matrimonio con su novia (no obstante de que la madre de su hijo es la misma pareja estable que ha tenido desde su entrada a la NFL).
Supongo que mejor que embarazar a una mujer es dejarla sorda a golpes. Según los reportes, claro.
Pero eso es lo que vemos y no vemos mientras estamos observando un juego que, a final de cuentas, es eso mismo: un juego. Y no nada más el deporte transpirando frente a nuestros ojos, es un juego para nuestra percepción y nuestras emociones, donde se nos dice que debemos demeritar a un hombre, loar a otro y dar el beneficio de la duda a un tercero con razones no muy claras, donde las personas que reciben no necesariamente merecen lo que se les da.
Digo, si la razón que utilizas para darle el beneficio de la duda a Peyton Manning es: “¿quién es Al Jazeera? es pa’ los árabes nomás” (who’s Al Jazeera? That shit’s for arabs yo), eso dice más de las creencias de la persona que lo dice, que de la persona acusada. Yo no tengo evidencia de que el señor utilizó HGH, pero sin investigación alguna a fondo está cabrón que salga a relucir la verdad (What investigation, He’s Peyton! He’s the Sheriff!)
Y yo digo esto, todo esto y lo anterior, por lo siguiente:
Si el éxito de un deporte se mide en el número de fanáticos y/o audiencia del mismo, una persona como yo, promedio (“un tipo, EL tipo” dijeron en la película argentina “El secreto en sus ojos”), que sabe un poco de aquí y un poco de allá, y que hasta cierto punto está interesado en la NFL al ver a jugadores como Odell Beckham Jr. (también conocido como Showdell o #OBJ13), como Cam Newton o como Kirstaps Porzingis (ah no, perdón, él juega en los Knicks de Nueva York)… en fin, jugadores hasta cierto punto nuevos en la liga, que hacen cosas que uno puede comprender en el ámbito atlético a simple vista, si no necesariamente en la jugada específica y/o posición pertinente, y que hacen a un individuo que se mantiene en la tangente del asunto sentirse interesado en su deporte, al punto de pensar “si me compro el jersey de Showdell”; el tratamiento que reciben después, ya que cumplieron su función de interesar a las personas y se convierten en monigotes de la prensa, me hace sentir que pierdo el interés. Y lo pierdo a pesar de mi entusiasmo inicial, que se va pudriendo a medida de que se agota el reloj, justo antes de la pausa de los dos minutos…
El Alí. No soy de donde vivo, ni vivo de donde soy; pero si pienso lo que digo, puedo decir lo que pienso.
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Alí, antes de que se asome Peyton Manning (esteroides incluidos) a esta columna y recriminarte feamente, hay que aclarar que donde dice:
“El domingo siete de febrero, año 2015 de la Era Común, a las 3:30 pm, horario estándar del Pacífico, se llevó a cabo el tradicional “volado”, y en cuestión de minutos, himnos, comerciales televisivos y canciones, dio lugar la patada inicial”,
debe decir:
“El domingo siete de febrero, año 2016 de la Era Común, a las 3:30 pm, horario estándar del Pacífico, se llevó a cabo el tradicional “volado”, y en cuestión de minutos, himnos, comerciales televisivos y canciones, dio lugar la patada inicial”
o sea, fue este año, no el año pasado.
Aunque pa’l caso es lo mismo: misma historia, misma gula, mismo colesterol que todos los años.
Saludos y Salud!!!