Crónica de una noche concertada
El estreno mundial de una obra del sonorense Alfonso Molina marcó el sábado pasado el concierto de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes.
Por Karla Valenzuela
Repleta de nostalgia, de dolor inaudito, de drama, se percibe la “Crónica de una muerte anunciada, para orquesta de cuerdas”, del compositor sonorense Alfonso Molina, una obra que se estrenó a nivel mundial el sábado pasado en el Teatro de la Ciudad de la Cada de la Cultura, durante la presentación de la Orquesta de Cámara de Bellas Artes.
Bajo la dirección del maestro José Luis Castillo, 22 músicos de cuerdas deleitaron a los más de 400 asistentes a la noche de concierto el sábado pasado y, entonces, el silencio no hizo más que mantenerse al margen y dejar escuchar las grandes obras de Wolfgang Amadeus Mozart , con su “Divertimento III K 138 (Sinfonía de Salzburgo, núm. 3)”; Heinrich Ignaz Franz Biber, con su “Battalia a 10”; Anton Webern con “Langsamer Satz (movimiento lento)”; Félix Mendelssohn con “Sinfonía núm. 12 en sol menor” y la ya nombrada de Alfonso Molina.
En repetidas ocasiones, el público aplaudió la ejecución y agradeció en todo momento la disposición a explicar del maestro Castillo; pero, sobre todo, los asistentes supieron reconocer el trabajo impecable de músicos de talla internacional, más aún cuando tocó el turno de admirar la obra del maestro Molina.
Alfonso Molina nació en 1980 y su obra le ha dado la vuelta al mundo, tanto en recintos como a través de filmes y documentales.
En esta ocasión, la obra “Crónica…” posee los elementos para musicalizar una película mexicana de los años 60’s, con todo y su onda trágica, tal y como lo requiere la obra de García Márquez, pero también guarda ese toque de alegría y de altanería del mexicano cuando está frente a la muerte.
Y así se presentó esta orquesta, ante la presencia del director del Instituto Sonorense de Cultura, Mario Welfo Álvarez Beltrán y todo ese sábado quedó impregnado de la solemnidad que amerita una orquesta de cámara de la altura de Bellas Artes. Por un momento, sí parecía que el publico asistente estuviera en uno de esos salones a los que refiere precisamente el término “cámara”, en una fastuosa residencia del siglo XVII.