La perinola: La turba
Por: Álex Ramírez-Arballo
Sergio Romano aparece en televisión y expresa su opinión sobre la vida actual, sobre todo la de los más jóvenes y atreve un juicio: los muchachos están aburridos, los acosa un vacío existencial. El punto de partida de su exposición ha sido una referencia al caso de la maestra de Ciudad Obregón que todos conocemos; Romano lanza una frase muy desafortunada que también ya todos conocemos. Hasta aquí los hechos.
Juicio, sentencia y ejecución, todo en uno: culpabilidad total y condena al desollamiento
A las muy pocas horas, como era natural, el video se ha viralizado (término más que preciso que implica la diseminación por contagio de cierto contenido en la red de redes) y la reacción no se hace esperar. Juicio, sentencia y ejecución, todo en uno: culpabilidad total y condena al desollamiento. El proceso no admite apelaciones, es inquisitorial. El comunicador no puede hacer nada sino esperar a que las antorchas lo sitien y su cabeza sea cortada y ensartada en una pica. Sólo entonces la turba saciará su sed de sangre virtual y se dispersarán por ahí, a entretenerse con videos cómicos y frases entusiasmantes hasta que algún otro dé el traspié y se vuelva a iniciar el juego de las decapitaciones.
No conozco personalmente al señor Romano, pero habiendo visto y analizado el video de marras me queda claro que su desafortunada expresión (“Yo no la corro, la mando matar”) es mucho más un exabrupto retórico que una convocación a la lapidación de una “pecadora”. Esto poco importa: los indignados profesionales saltan a la menor provocación demostrando no su diferencia de criterio (algo a lo que todos, faltaría más, tenemos derecho), sino su deseo de mostrar su pureza y buen juicio delante de los sucios. Hay un pacer mórbido en declararnos salvos frente al pecador.
Me molesta hondamente la simplicidad con la que se ejerce la crítica, que no es crítica sino simple escracheo. Seguro que más allá de los arrebatos puritanos de los defensores de la moral progresista había –y hay– mil y un argumentos meditados, sutiles y precisos que utilizar para señalar una torpeza mayúscula como la del periodista; sin embargo, la mayoría, por ignorancia, pereza o perversión optó por espetar en lugar de argumentar. Esto es una pena porque perdemos todos. Sí las diferencias de opinión se dirimen con violencia (física o verbal) el ciclo del la sangre se vuelve infinito; yo creo que no debe ser así, que estamos llamados a pensar, a cuidar las palabras que decimos, a guiarnos más por el pensamiento que por los instintos.
En lo personal, creo que Romano “metió la pata” feamente. Esa expresión, aun dicha con ligereza no puede ser aceptada ni tolerada; se puede, como es natural, disentir respecto a la conducta o el decir de alguien, pero nada más. El horno no está para bollos ni el país para aguantar deslices retóricos. Creo que él se ha dado cuenta de eso y a esta hora ya ha salido a ofrecer una muy necesaria disculpa. Sin embargo, esto es en vano: para la marabunta carnicera de las redes sociales no hay disculpa que valga, no hay redención, no hay nunca para nadie segundas oportunidades
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com