La perinola: Discriminación y violencia
Por: Álex Ramírez-Arballo
Enfrentar el tema de la discriminación es un asunto complejo que bien puede abordarse desde muy diferentes perspectivas, pero a mí me gusta hacerlo desde la moral, entendida ésta como meditación filosófica que -en mi caso- entraña un talante irracional, que es la fe trascendente, como cristiano que soy.
La discriminación es un asunto que nos atañe a todos de algún modo o de otro, pero que tiene como raíz la aparición en escena del otro, el diferente, el que luce distinto o tiene prácticas culturales, sociales o personales que no son iguales a las mías; el instinto tribal nos impulsa a rechazar aquello que no traducimos como oportunidad de enriquecer nuestra experiencia del mundo sino como amenaza a ese orden preciso en el que imaginamos vivir.
Entendido lo anterior, podemos afirmar que la discriminación es un asunto de cobardes, de quienes no saben cómo resolver la pluralidad natural de la experiencia humana. Todo acto discriminatorio entraña un deseo de controlar el mundo, de imponer a los demás una concepción personal de las cosas: puede decirse que es un mecanismo de preservación condenado a ejercer siempre una forma de violencia.
El gran problema de la discriminación es que cierra toda puerta a la discusión, al encuentro, al diálogo natural de nuestra condición humana; algo mucho peor, me parece: la discriminación atenta contra lo más sagrado que poseemos las personas, el derecho a la libre determinación. No es posible construir sociedades homogéneas, ni siquiera es deseable, porque la riqueza reclama complejidad y hasta contradicciones. Vivir en paz es aceptar que estamos rodeados de voces y acciones que no encajan en nuestra visión de mundo.
Cuando me veo tentado a censurar o a discriminar siempre me hablo a mí mismo, pero lo hago de verdad, y me digo: “Alejandro, si ese Dios en el que crees -artista y mantenedor del universo- no se mete nunca en tus asuntos, y te deja ser amo y señor de tu voluntad, quién carajos eres tú, criatura pobre, estúpido mortal, para levantar la mano o la voz contra nadie”.
Enseñemos a nuestros hijos todas estas cosas y estaremos construyendo un mundo mejor para los que vienen. Me queda muy claro.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com