Espejo desenterrado: La ciudad y yo
Por Karla Valenzuela
Hoy la ciudad no se parece a mí. Esta ciudad tan oscura, tan iracunda que se pierde en el bullicio de lo fúnebre no tiene nada que ver conmigo.
Antes era tan fácil convivir: Salíamos ella y yo juntas, la ciudad y yo de la mano como dos inseparables amigas de ésas que se quieren de verdad, que no andan con rodeos, que se dicen las cosas como son aunque suenen asfálticamente sinceras.
Ayer ella, con todo y su violencia, salió a la calle sin avisar a donde iba y, claro está, le tocó una balacera. A nadie le importó que ahí hiciera acto de presencia una escuela, con quien sabe cuantos niños a cuestas. A nadie le interesaron los transeúntes, los camellones, los carros que van y vienen sin parar a todas horas del día. La ciudad estaba ahí, sola, observando la realidad, ahora sí que a todos tiros.
En las noches, el sonido de las sirenas casi no deja dormir. Todo se me ha vuelto tan intranquilo; y ella, la ciudad, sólo finge que todo está bien, y planea sus fiestas de fin de semana, sus desparpajos de la antreada, sus milagros de los “after”, pero la realidad es otra: nada es como antes; ella, mi ciudad entera, simplemente se ha vuelto loca y me ha abandonado.
Nada tienen que ver aquí los colores de ningún partido, nada tienen que ver aquí los intereses políticos y acaso seré yo -seremos todos los que nos quedamos solitarios- la que he cambiado.
Poco importan ya los horarios, las disciplinas, las paciencias, las ecuanimidades y, eso sí, el sonido de las sirenas no dejan de estar ya nunca; a veces creo que se quedó encerrado en mi cerebro para siempre.
Me habían dicho que el mundo entero había cambiado, pero nunca creí que la ciudad, la mía también cambiara. Quizás todos cambiamos. Tal vez yo cambié mi diversión infinita sin ton ni son por la soledad que soy ahora. Tal vez ella, mi ciudad, siempre había querido abandonarme y simplemente no tenía las agallas para hacerlo.
Pero hoy no me identifico más con ella, ni con la sociedad que me rodea, ni con el mar de gente que le jura y perjura a una que todo está bien, que todo pasa de un momento a otro, que hoy somos violentos y que mañana seremos pacíficos, que hoy podemos ser amigos hasta rasgarnos las vestiduras como dicen todos y luego darnos la espalda como mentirosos eternos. Todo está al revés. Mi vida y la de todos, mi ciudad y la de todos, está al revés.
No me identifico con mi amiga, la misma con la que he pasado años, que me ha visto llorar y reír y brincar y sacar mis más recónditos sentimientos. Hoy la ciudad no se parece a mí: Le hace falta luz… la misma luz de la alegría que ahora no puedo darle. Pero, en fin, mañana será otro día y quizás la turbulencia acabe y ella vuelva estar tan feliz como mi infancia la recuerda.
*Karla Valenzuela es escritora y periodista. Es Licenciada en Letras Hispánicas y se ha especializado en Literatura Hispanoamericana. Actualmente, se dedica también a proyectos publicitarios.