domingo, noviembre 24, 2024
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Luces y sombras: Me sobra mucho, pero mucho corazón

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Por: Armando Zamora
Armando ZamoraCuando el médico revisó las placas del tórax y el electrocardiograma que un día antes me habían practicado en el Hospital Chávez, sólo movió la cabeza y me dijo, intentando una broma: “Usted, como Luis Miguel, tiene mucho corazón, nomás que en Luis Miguel sólo es una canción, y en usted es una realidad: tiene crecimiento de corazón, lo que puede significar un trastorno cardiaco grave. Y el electro confirma eso”. ¡Palo!

Después se quedó callado, como pensando, y me recetó un kilo y medio de pastillas (de las cuales sólo habían como 300 gramos en la Farmacia ISSSTESON y lo demás: puro vale… o sea, valiendo) para todo lo que tenía que ver con el cacharro anormal que traigo en el pecho, y salí meditando no sé qué del consultorio hacia ese monstruo que tenemos por ciudad, y que ni con un millón de dólares para proyectos sustentables tiene un mediano remedio.

Dos días después fui con un homeópata amigo y vio aquella tira de papel y aquellas placas de plástico y confirmó lo dicho: “Tienes mucho corazón, mi estimado —me dijo—, lo bueno es que como tú eres poeta, podría servirte de mucho”, y luego me recetó los chochitos de rigor para pasármela bien algunos meses más, mientras llega la hora de la siguiente cita o se acaba el mundo, según han predicho los agoreros a cada rato… lo que ocurra primero.

Como yo soy muy dado a la solitaria práctica de pensar en cómo masca la iguana, bien podría decirse que lo mío lo mío es una mezcla de misantropismo y de bucolismo, que en términos antiguos es algo así como sufrir las bellezas de la vida rural en forma de transporte público con la refrigeración en off y la tarifa de siete pesos, mientras el chofer canta a todo pulmón “Ando bien pedo, bien loco, cantándole al recuerdo mis penas, bebiéndome la vida perdido, jodido entre las noches sin tu cuerpo…” (et al.), de la grandiosa banda the one hit wonder Los Recoditos, para acabarla de amolar.

Y en esa solitaria desolación, me he puesto a pensar (sin ánimo de presumir) sobre el porqué los médicos suelen hacer bromas con lo que nos espanta. Quizá para ellos cualquier enfermedad, mal o padecimiento es tan común porque lo han visto desde siempre, que ya lo toman como un valor corriente en la vida.

Pues sí, estos canijos se divierten a costa de los pacientes, pero uno, que llega en calidad de enfermo, sale aterrorizado del consultorio (ya porque le dijeron que uno tiene un ganglio inoperable, ya por una mancha en forma de rostro de Cristo que apareció sin previo aviso allá justo donde la horqueta adquiere un nombre obsceno o ya nomás porque los galenos que más parecen galones les gusta practicar el bullying hipocrático, que al fin que la impunidad hospitalera vista de bata blanca), queriendo que la vida se acabe de una vez para renacer de inmediato, de acuerdo a las tradiciones konka’ak, en tortuga de tres cuernos, libre y feliz, hasta que llegue algún pescador más borracho que despistado a convertirnos en ceviche.

Como sea, el hecho de andar por el mundo y por la vida con un corazón desproporcionado no es cosa fácil. Si bien es un hecho que se está volviendo algo común, de acuerdo al Dr. Google (quien llama el desperfecto con el nombre de “Cardiomegalia”, que en sí mismo es como una patada allá abajo, justo en el área chica, a un lado de la sospechosa mancha con forma de rostro de Cristo), porque está relacionado con la obesidad (quien esté libre del sobrepeso que invite la primer cahuama), la diabetes, las deficiencias renales y demás hermosuras que no se quitan ni con Ángel Face ni con el fotochop (para decirlo en términos rancheros y nuestros), sí le quita a uno el sueño eso que de repente le falte el aire, le empiecen a brotar las palabras de la boca como si fueran quelites en reversa y los ojos se pongan como decían mi recordada Elvia Ulberta: “papujados”, que allá en El Saúz de Ures quiere decir “como si se te fueran a salir”.

Creo que adquirir esa no tan grata fisonomía un día cualquiera al subir dos tramos de 15 escalones es como para dejar de lado la poesía y la filosofía y ponerse a redactar de una buena vez el testamento necesario para que nuestros herederos sepan cómo le van a hacer para administrar la escasez que les dejaremos, considerando que lo único que uno tiene de liquidez es el 65% de agua del cuerpo y los buenos recuerdos que ha dejado regados a diestra y siniestra como si fuera Santaclós región 4, más piojo que precisamente el Piojo Herrera, para no ir más lejos.

Y además de empezar el testamento para heredar lo que uno no tiene ni en sueños, también es un buen pretexto para ir despidiéndose de la gente que uno quiere, de la que uno no quiere y, sobre todo, de la que uno quisiera querer pero que ya se ha quedado o muy lejos en el pasado o viene colgando de un futuro al que seguramente no llegaremos. O sea, más vale ir acomodando las calabazas en la carreta porque puede ser que ni siquiera alcancemos a treparnos para darle un cierto y buen rumbo hacia donde se acaban los caminos.

De todas maneras, no me extrañaría irme algún día (mañana, pasado, yo qué sé) sin haberme despedido de todos los que hubiera querido hacerlo, pues como bien me dijo una vez mi madre, bohemios: “Ay, Armando, me extraña que habiendo nacido tan temprano siempre llegues tarde a todo”, a lo que este corazonudo cantar de gestas nomás le respondió: “Te juro, mamá, que a mi muerte llegaré tempranito, no sé si rasurado, pero tarde no llegaré”. Y se acabó el corrido de la tempranez y las tardanzas en esa ocasión.

Y sí, como en muchas cosas en mi vida, también llegué tarde a las seis recomendaciones que recientemente han puesto en un portal electrónico para tener un corazón saludable. Dicen por ahí que es interesante ver cuánta gente rechaza los consejos para la salud espiritual. Creen que la salud del corazón requiere de pasos más serios: medicina, complementos, dietas rigurosas, regímenes de ejercicios rigurosos.

Pero no es del todo así: un estudio ha demostrado el poder curativo de una actitud positiva y de la risa. Un sentido de espiritualidad puede ayudar también. Esto no es medicina alternativa ni una quimera de la búsqueda de la eterna juventud. Y luego dicen cuáles son los seis pasos:

1 – Tu alma
Creer, ya sea en un ser superior, en el poder de la naturaleza, o en ti mismo, es una buena base y es saludable. Un gran elemento en esto es el optimismo. La gente que para describir su actitud hacia la vida utiliza las palabras ‘alegría’ y ‘esperanza’ viven una década más que sus homólogos, los pesimistas. Sin importar cuál sea tu situación, el poder de deshacerte del rencor y de abrazar las cosas buenas de la vida está en tus manos.

2 – Disfruta de la vida
En algún punto, entre el salir de la casa de nuestros padres y el contratar la hipoteca de nuestra casa por 25 años, dejamos de divertirnos como antes lo hacíamos. Todos tenemos responsabilidades de adulto, pero también tenemos la responsabilidad con nuestros corazones de dejar todo a un lado por un momento y divertirnos como niños. Los estudios demuestran que la gente que tiene una vida llena de risas es menos propensa a padecer enfermedades del corazón.

3 – Practica rituales de relajación
Entre más ajetreada se haga tu vida, el estrés se incrementa y le siguen las enfermedades del corazón. No puedes cambiar el mundo, pero puedes cambiar tu respuesta hacia él. Los rituales diarios, como la meditación, el yoga, un tiempo de silencio, relajación antes de ir a dormir e inclusive una caminata con tu perro pueden eliminar el estrés y reducir el riesgo de alguna enfermedad del corazón.

4 – Toma una copa de vino al día
De acuerdo con algunos expertos de la salud, aquellas personas que disfrutan de una copa de vino en la cena pueden disminuir el riesgo de alguna enfermedad cardiaca. Limita tus raciones de alcohol a catorce copas semanales, si eres hombre, o a nueve, si eres mujer. De modo interesante, el vino, particularmente el rojo, parece tener un efecto más benéfico que cualquier otra bebida alcohólica.

5 – Crea un lugar seguro
Dicen que el hogar es donde el corazón se encuentra, así que haz la tuya un refugio para tu corazón. Crea un ambiente calmado con flores frescas y plantas, música, un cuarto para relajarte y un lugar callado a donde puedas ir para pensar. Pasar la mayor parte de tu tiempo relajado en vez estresado, puede reducir a la mitad el riesgo de alguna enfermedad del corazón.

6 – Compártete
El corazón es más sano y feliz cuando se encuentra en compañía de otros. No te ocupes tanto que no puedas hacer algo de tiempo para tus seres queridos, ya sean éstos tu familia, amigos o ambos.

Y bueno, digo yo, si hace 30 años hubiera descubierto esta receta, de seguro que mi corazón estuviera no sólo de tamaño normal, sino hasta descansado de tantas aberraciones que cometí y que mientras más las pienso, más sufre mi músculo cardiaco. Así que si de pronto no encuentran columnas nuevas por aquí, ya sabrán por qué… aunque deben dejar pasar unas tres semanas antes de soltar el llanto (sea de tristeza, sea de felicidad), porque últimamente se me olvida que debo escribir una columna semanal para La Chicharra. Como no me lo recuerdan, pues qué les diré… Conste que el que avisa no es traidor. Cuídense.

 

 

Armando Zamora. Periodista, músico, editor y poeta.
Tiene más de 16 libros publicados, 12 de ellos de poesía. Ha obtenido más de 35 premios literarios a nivel local, estatal y nacional. Ha ganado el Premio Estatal de Periodismo en dos ocasiones.  Ha sido becario del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sonora (FECAS). Una calle de Hermosillo lleva su nombre.


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