Imágenes urbanas: El Viene Viene






Por José Luis Barragán Martínez
Dependiendo de la disciplina que se tenga en el gasto, la ida al super puede significar fiesta o estrés, como sea aquí hay tres desembolsos que tienen que ver con la conciencia, me refiero al famoso redondeo, propina para el empacador, y el viene viene del estacionamiento, a éste le toca lo último, un pesito, si bien le va.
El viene viene es el hombre mayor que con todos sus achaques dedica la última energía en el último trabajo de su existencia, soportando el candente sol del verano hermosillense, a veces hasta en silla de ruedas o muletas, ejemplo vivo de una asistencia social que nomás no llega a todos.
Siempre me han conmovido los viene viene, sentimiento que se multiplicó cuando hace ocho años fui a Colima, el estado que me vio nacer y donde viven mis hermanos, tíos, primos, sobrinos y demás.
Con 37 años de residencia en Hermosillo, en Febrero del 2008 andábamos en la zona comercial de la capital, Colima, mi esposa Sonia y mis hermanas Reina y Elena, serían las once de la mañana, nos preparábamos para ir a la playa y fuimos a La Marina Mercante, tienda de mucha tradición en la ciudad, a comprar alguna ropa apropiada para el paseo.
Ya de salida, en el estacionamiento, de reversa en el carro y ante las señales de un viene viene que se cubría del candente sol tropical con un pañuelo enredado en el cuello y otro en la cabeza, una de mis hermanas me dijo:
– José Luis, el viene viene es Antonio, nuestro primo del Ocotillo.
– ¡Pero cómo!
– Sí, anduvo de policía municipal y hasta de bracero en el otro lado pero no pudo pensionarse ni jubilarse, míralo, tú dices si quieres saludarlo pero a lo mejor ni te reconoce.
– Sí, vamos a saludarlo.
Nos bajamos y ante mí se presentó una imagen que me dio mucha tristeza, un hombre con dos o tres dientes y ropa muy pobre, aunque aparentaba cien años no tendría más de cincuenta y siete, ahí estaba Toño, encorvado y medio ciego que trataba de sonreír forzadamente.
– ¿De modo que tú eres José Luis? ¿Y qué te has hecho?
– Vivo en Hermosillo, Sonora. Platicamos brevemente y me despedí, al terminar la reversa saqué la mano y le di un billete de a cincuenta.
– ¡Caray, primo, ojala y vinieras más seguido a Colima! -me dijo.
¿Pero quién era Toño? ¿Por qué me impactó verlo así?
En mi familia, los Barragán son originarios de El Ocotillo, una ranchería del municipio de Cuauhtémoc, Colima. Para que los hijos estudiaran, algunos Barragán emigraron a la cabecera municipal, Cuauhtémoc, donde había primaria completa, secundaria y hasta una academia particular de taquimecanografía, mi padre fue de estos últimos, así que, provenientes de una ranchería de 150 habitantes, nos hicimos citadinos en un poblado de 1000 gentes.
De niño muchos fines de semana los pasé en El Ocotillo, hospedándome en casa de mi tía Andrea hermana de mi padre, mamá de Toño el cual me lleva cinco años, ellos habían decidido seguir en el rancho. Nos íbamos al potrero con otros primos, a caballo. En aquel entonces lo veía hasta con envidia, muy seguro de sí mismo arriba del caballo en el que pegaba tremendas carreras en aquellas hectáreas familiares producto del reparto agrario de la Revolución. Toda la vida había guardado esa imagen de mi primo, un gigante dueño de la naturaleza, del mismo Volcán de Fuego de Colima tan cerca de allí.
Desde aquella experiencia en el estacionamiento de La Marina Mercante me ha perseguido la triste figura de mi primo hermano, aunque no seré el único porque Toño es producto del fenómeno donde lo urbano se come a lo rural y los campesinos terminan de viene viene, si bien les va.
*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador





