La Perinola: Saberes y sabores, tocar es comprender
Por: Álex Ramírez-Arballo
La fenomenología nos enseña a mirar, a reconocer con todo el cuerpo lo que se nos muestra a los sentidos: la mirada fenomenológica es vivencia pura, es decir, confrontar el fenómeno en suspensión, como nos lo recuerda Husserl al hablar de la “síntesis pasiva”. Contemplar y disfrutar, observar y padecer. Es así: el mundo es una experiencia y no una abstracción, como el idealismo o aun mi amada hermenéutica (en su giro lingüístico al menos) nos proponen. En todo esto observo una renuncia, una especie de abandono de la encarnación en nombre de un procedimiento meramente racional e intelectual, que desdeña la sensualidad porque la considera un rasgo eminentemente animal, es decir, despreciable en la condición humana.
Saber y saborear son etimológicamente familiares. Esto nos grita ya una realidad que la academia acota por torpeza o perversión: el conocimiento, como dice Aristóteles, reclama un medio físico –táctil, digo yo- que nos permita sabernos parte de ese todo material que nos rodea y que los realistas llaman mundo y los místicos seculares universo. Ver no es tocar sino captar; oír no es tocar sino percibir; oler no es tocar sino advertir. Tocar –y masticar- es tocar y ser tocado, dialogar con el entorno desde un yo que no se define en la separación sino en la participación cotidiana, en la inclusión y el deleite sensorial del tiempo y el espacio.
Tengo para mí que la sabiduría es degustar con la piel, reconocer y asumir que no tenemos un cuerpo sino que somos un cuerpo. No somos seres etéreos sino materializados: nuestro verdadero hogar es la carne. Los fenomenólogos sabían y saben muy bien esto, pero Heidegger y su Dasein angélico escindieron la percepción haciendo de la ontología la única vía de acceso al conocimiento. “El lenguaje es la casa del ser” insiste el filósofo de Meßkirch, amputando de la vida la idea de la carne como medio esencial de comprensión. Hermes, dios de los caminos, habita en la carne, es la carne y la piel: zona de límites y encuentros, frontera pronominal (tú-yo) y, por lo tanto, escenario primordial de la interpretación.
Volver a la carne no es renunciar al verbo sino colocarlo en su sitio, que no es de excepción sino de participación. La dialéctica entre carne y espíritu –conciencia- acepta e incluso reclama un carácter analógico que resuelva una antinomia caduca y evidentemente desatinada. Asociar la hermenéutica a la carne nos permite reivindicar el concepto de la diferencia y del contacto, tan urgente hoy en este tiempo en que parece existir un repunte del univocismo individual-nacionalista, siempre funesto para la civilización de la tolerancia que toda mujer y hombre de bien debe comprometerse a promover y defender.
Para terminar, conviene no olvidar que es gracias a la piel que podemos darnos el lujo de la ternura. Tocar y ser tocados es comprendernos, abrirnos, separarnos del error fundacional de un yo arrancado del devenir de la vida; si tan sólo fuéramos capaces de comprender este concepto, creo que nuestro mundo ganaría para su futuro su más sólida esperanza. Está en nuestras manos.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster.