La insoportable terquedad de crecer
Los festivales musicales después de los 40
Por: Malasuerte
Recientemente, tuve la oportunidad de asistir a un festival musical con bandas tanto nuevas, como algunas que escuché en mis años mozos. Anteriormente, había experimentado ser de “los viejos” del concierto, habiendo asistido a un festival musical diseñado para público de unos 15 a 23 años aproximadamente y en ese entonces yo tenía 32. Obviamente, parecía uno de los padres que llevaron a sus hijos al show.
En esta ocasión fue distinto. Hubieron varios factores que me hicieron reevaluar mi aptitud para disfrutar este tipo de espectáculos. Siendo un festival que duraría de las 1 pm a las 12 am, hubieron muchas cosas en juego. Por ejemplo: a pesar de que el clima fue benévolo y que la temperatura no era muy alta (entre unos 28 a 30 grados), estábamos en Phoenix! y para los que no lo sepan, el sol de Phoenix -como el de Hermosillo- es una mentada de madre; y el parque donde tomo lugar el evento es una enorme área de pasto (hagan de cuenta unos 2 estadios de fútbol americanos pegados) con 6 árboles hasta el fondo junto a la cerca y un par más distribuidos por la ruta de acceso.
Este festival tuvo la particularidad de incluir bandas nuevas (para mi) y mas “clásicas” (a las que fui a ver), por lo tanto el rango de edades fue muy amplio.
“Esta canción es de antes de que ustedes nacieran…”
Teniendo en cuenta eso, lo que realmente me dejó en shock fue al escuchar a NOFX presentar una de sus canciones: “Esta canción es de antes de que ustedes nacieran…”. Cual sería mi sorpresa al escuchar que era una de mis canciones favoritas de los tiempos que entré a la universidad……………………… (tres puntos no alcanzan para expresar lo que sentí en ese momento). UUUUUUUUUUUTTTT-TTTAAAAMMMAAAAAAAA…! Qué significa ésto? Que para la runfla de mozalbetes que andaban ahí, era como si yo hubiera acudido a Woodstock a finales de los 80’s. Por supuesto, me sentí de 103 años.
A raíz de todo esto, empecé a considerar mi manera de ver las cosas ahora en mi cuarta década, y llegué a los siguientes puntos:
Preparativos
Antes al asistir a un concierto de este tipo -el cual implica trasladarse a otra ciudad- solíamos irnos un día antes, para parrandear la noche anterior, dormir unas horas e irnos al concierto, terminando la noche con otra memorable farra.
Esta ocasión tuve que irme un día antes, para llegar y descansar del viaje, descansar unas horas antes del concierto, el cual comenzaba al mediodía.
Entrada
Antes llegábamos a tiempo para poder ver a todas las bandas, ya que si, habíamos viajado tantos kilómetros, nuestra obligación era aprovecharlo al máximo. Además, siempre era agradable escuchar bandas nuevas de todo género.
Esta ocasión -programa en mano-, nos saltamos 4 bandas para estar menor tiempo necesario en el concierto, buscando con esto tres cosas: descansar un poco mas, evitar al máximo la exposición al sol y evitar el cansancio
Eligiendo “el lugar”
Antes, lo primero que hacíamos al llegar era irnos a meter -entre empujones, tallarines, codazos y embarradas de sudor- lo más enfrente del escenario posible, para así ver de cerquita a los artistas y por que no, meterse al “mosh pit”.
Esta ocasión la primerísima tarea fué de ir a buscar una maldita sombra (eran las 3:30 pm y el sol dolía), y rogar por que al cholo-neonazi malencarado que estaba en la sombrita mas cercana le diera sed y se fuera a comprar cheve para aventarme un clavado y ganar el lugar (después, rezar para que el cholo-neonazi malencarado no regrese a quitarme de las greñas de su lugar).
La cheve
Antes, debido al alto precio de la cerveza, nos hacíamos pendejos con una cheve durante dos ó tres bandas hasta que ya, con la lengua de loro, íbamos y adquiríamos otra esperando que con esa sea suficiente para aguantar el resto del concierto.
Esta ocasión la cerveza fué la causante de que sobreviviera horas y horas de sol, gentío, cansancio y sed. Que hubiera podido pagar la quinceañera de mi hija con lo que gasté en cheve? cierto, pero cumplió un papel primordial en ésto.
El cansancio
Antes, después de bailar “slam” en el “mosh pit” y recibir una dosis de costalazos, buscábamos un lugar donde sentarnos por unos minutos y va de vuelta al borlote.
Esta ocasión, no podía estar parado porque me dolían las patas, no podía estar sentado porque me dolían las nalgas (no habían asientos), no podía andar caminando de aquí para allá porque aparte de que me cansaba, me sentía como pony de kermés. En algún punto, ya acercándose el final del concierto, sentía como si tuviera trepado en mis hombros a un enanito de esos bien nalgones.
La concurrencia
Antes éramos bien normales 😛
Esta ocasión, era como ver el baño de la secundaria cobrar vida: Los bichos raros éramos los que no teníamos tatuajes. Nunca había visto tanta piel expuesta, tantos torsos desnudos… y las mujeres también, eh?. Curiosamente, me tocó ver varios “desmayados”, en su mayoría mujeres, (que no era otra cosa que borrachera) a los que tuvieron que auxiliar.
Epílogo
Al final, me dí cuenta que la rezongadera es para los viejos de edad y de espíritu, y que si no quieren batallar, pues no asistan a éstos eventos. Yo, como viejo de edad y de corazón, mejor lo veo en youtube…
“Hey hey, my my
Rock and roll can never die
There’s more to the picture
than meets the eye
Hey hey, my my…”
Hace unos 25 años (yo andaba entonces cerca de los 30), me dijo un señor ya entrado en los muchos años: “Cuando uno va envejeciendo, se vuelve más selectivo”.
Y de verdad que te vuelves más selectivo en todo… menos en lo que ya tienes: patrimonio, familia, amigos, pasiones y odios (entre otras pocas cosas).
Quien crea que seguirá afrontando la vida de la misma manera a los 25 que a los 50, se va a pegar de topes en la pared, y hasta en eso hay que ser selectivo: debes elegir en qué pared vas a darte de topes.
A los 55 años no vas a andar por la vida queriendo hacer amigos en cada esquina, porque tu disco duro ya no tiene capacidad. Te esperas a que se muera uno de tus amigos para intentar llenar ese espacio con otro que tenga casi las mismas características del que se fue: ya lo dice la canción “Tan joven y tan viejo”, de Joaquín Sabina.
Y en el caso de la música es lo mismo: no necesitas adquirir nuevos favoritos, porque los que tienes ya han carroceado tu vida de punta a punta. Claro que eso no impide que ocasionalmente, dependiendo de cómo ande tu levedad, te guste una nueva canción… o un nuevo cantante, que no es lo mismo pero es igual.
La edad es la edad: y ahí no puedes hacer nada. Ni con bótox ni con viagra. El espíritu será muy juvenil, pero si el cuerpo se amacha, no hay manera de volver a bailar slam toda la noche entre 500 avestruces despavoridas poco adictas al antidoping, como el Alex Rodríguez.
Y pues habría que seleccionar a cuál de los festivales musicales vas a asistir sin sentirte culpable porque eres de los asistentes más antiguos: entre un recital de Tatiana y uno de Santana, te recomiendo el de Santana, que de seguro te traerá mejores recuerdos de cuando (sí, ni modo) eras un jovenzuelo y te valía madre todo… hasta el mismo Santana.
Saludos… y salud. (Gracias por la paciencia)
Muy cierto, Armando, puede incluso que el mundo no cambie, pero uno si cambia. Saludos, y gracias por tu comentario.
– Malasuerte