jueves, noviembre 21, 2024
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Vázquez y Márquez

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Juan Arturo Brennan

¡Qué buen pianista es Abdiel Vázquez! ¡Y qué mala es la acústica del Templo de la Purísima Concepción en Álamos! Así se puede resumir la segunda Gala del Templo del FAOT 2017.

El destacado pianista mexicano Abdiel Vázquez ofreció un variado, extenso y muy bien tocado recital a piano solo, que incluyó obras de Mozart y Chopin (sendas sonatas), Scriabin (cinco piezas) y Verdi (dos transcripciones de sus óperas, por Martucci y Liszt). Claridad de articulación en Mozart, drama romántico con interesantes apuntes narrativos en Chopin, sutiles perfumes místicos en Scriabin, virtuosismo teatral en las transcripciones de Verdi, fueron las cualidades básicas de las ejecuciones de Abdiel Vázquez quien, evidentemente, posee técnica a manos llenas (literalmente) y una fina sensibilidad para dar a cada música el estilo que le corresponde. Sin embargo, buena parte de esas virtudes de sus interpretaciones se perdió en los muros y la bóveda del Templo, debido a una acústica excesivamente reverberante, que por momentos convirtió el buen tocar del pianista en un mazacote ininteligible, sobre todo en las partes más fogosas de las piezas románticas. Acaso, Mozart se salvó un poco, por su transparencia natural y por la inteligente articulación de Vázquez; lo demás, fue una pérdida casi total. Sí, el Templo es un buen espacio para hacer conciertos, pero es indispensable replantear con urgencia el tipo de instrumentación y el tipo de música que es viable presentar en este espacio en los conciertos de mediodía. A pesar de las condiciones acústicas desventajosas, Abdiel Vázquez dejó constancia indudable de que está en la primera línea de los pianistas mexicanos.

Por la noche, la segunda Gala del FAOT tuvo como protagonista absoluto al compositor alamense Arturo Márquez (1950), quien se puso al frente de la Orquesta Filarmónica de Sonora para conducir un programa dedicado por entero a su música. En otras palabras, una velada musical 100% sonorense, por donde quiera que se le vea y oiga. Márquez no tiene una carrera larga ni extensa como director de orquesta, pero condujo a los filarmónicos sonorenses con sencillez, soltura y cuidado en la ejecución de sus obras, todas ellas basadas, explícita o implícitamente, en sones populares. Para ejemplo, la primera obra del programa, su extrovertida y tropical Conga del Fuego Nuevo. Más contenida pero no menos arraigada en las músicas populares que tan cercanas le son a Márquez, su pieza titulada La leyenda de Miliano; y en una vena claramente descriptiva y narrativa, la obra De Juárez a Maximiliano, en la que el compositor nativo de Álamos logra, con habilidad y eficacia, transitar por los diversos estados de ánimo que expresa la famosa, irónica y contundente carta en la que Benito Juárez rechaza la invitación de Maximiliano de Habsburgo a unirse a su espurio “gobierno” de facto.

Lo evidentemente anecdótico de la partitura de Márquez hace pensar, por momentos, en música para cine.

 



En un concierto 100% Márquez, no podían faltar, ni faltaron, los danzones. El compositor-director incluyó su Danzón No. 7 que, como otros seis de los ocho que ha escrito hasta la fecha, permanece a la sombra del hermoso y muy popular Danzón No. 2. En este punto me interrumpo para aventurar la opinión de que, en un futuro cercano, sería buena idea programar un concierto similar a éste, con los ocho danzones de Márquez, para hacerles justicia a todos ellos. Para enfatizar su filiación con el danzón, Márquez ofreció su propio arreglo del que quizá es el más famoso danzón, al menos entre nosotros, el fogoso Nereidas del maestro Dimas. Y claro, como no podía ser de otra manera, la sesión concluyó con el que a todos gusta y a todos entretiene, el Danzón No. 2, que fue repetido de inmediato a petición popular. De las diversas observaciones que pueden hacerse sobre este concierto monográfico, se me ocurren dos que considero importantes:

  1. Entre otras cosas, Arturo Márquez sigue demostrando que es un orquestador particularmente conocedor y eficaz.
  2. Desde la última ocasión en que tuve la oportunidad de escucharla, la Orquesta Filarmónica de Sonora ha tenido una evidente mejoría en las cuestiones básicas que competen a toda orquesta: afinación, sonido coherente, trabajo en equipo, atención al director. Es de esperarse que esta mejoría sea continua y permanente; una buena Filarmónica de Sonora siempre será un plus, de manera general para la salud musical del estado y de manera particular, para las sesiones del FAOT que requieran de sus servicios.

 


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