Los comca’ac y Araiza
Juan Arturo Brennan
La quinta jornada del FAOT 2017 tuvo un momento de singular interés en el Mercado de Artesanías de Álamos con la presentación del grupo comca’ac Hamac Caziim. Para quienes conocimos originalmente al grupo como una banda de rock pesado que canta textos y melodías tradicionales de su pueblo, fue una sorpresa escucharlos ahora en otro formato, con un par de tambores y un violín monocordio, cantando repertorios similares a los que interpretan como rockeros. Más allá del evidente interés que hay en la parte estrictamente musical de su trabajo, Hamac Caziim ofrece además una faceta cultural importante en lo que se refiere a la preservación y divulgación de su lengua, su cultura, sus costumbres. Quizá por haber ocurrido entre semana, la presentación de Hamac Caziim en el Mercado de Artesanías no contó con la asistencia esperada, si se considera el bien ganado prestigio que la banda tiene por estas tierras. Pero ciertamente, fue una experiencia fascinante ver y escuchar a estos rockeros indígenas en esta vuelta a sus raíces más profundas. La tocada de Hamac Caziim tuvo un momento conmovedor cuando, al final del evento, el líder de la banda, el famoso Indio, obsequió su violín monocordio al compositor alamense Arturo Márquez, quien se encontraba entre el público.
Por la noche, el prestigiado tenor mexicano Francisco Araiza encabezó la interpretación del extenso Cancionero italiano de Hugo Wolf, secundado por la soprano croata Marija Vidovic (su alumna, asistente y colaboradora) y el pianista ruso Alexander Pashkov. Si bien las 46 canciones que forman el ciclo fueron escritas por Wolf para ser interpretadas en el formato tradicional de recital de Lied, Araiza decidió para esta ocasión diseñar y ejecutar un sencillo trazo escénico para señalar y enfatizar algunas de las vertientes dramáticas implícitas en los textos italianos anónimos que son el sustento de la música de Wolf. Es probable que lo más interesante del recital escénico de anoche haya sido la atención puesta por los intérpretes en la cuestión del estilo. Sí, Wolf no solo fue alemán, sino que forma parte importante (con Schubert, Schumann, Brahms, Mahler y Strauss) del gran sexteto de compositores de Lieder, a pesar de lo cual hay en su Cancionero italiano pinceladas de un lirismo mediterráneo que ciertamente aligera la gravedad de intención que suele habitar las grandes obras de la sólida tradición de la canción alemana de concierto. Si bien es cierto que la privilegiada voz de Francisco Araiza ha ido cambiando con el paso de los años, su enorme experiencia le permite adaptarse con flexibilidad a los repertorios que ha elegido para esta etapa de su larga y fructífera carrera, cosa que quedó demostrada durante su interpretación del Cancionero italiano. Y, de hecho, al escuchar la delicada y bien matizada voz de Marija Vidovic a través de este enorme ciclo de Lieder de Wolf, fue posible detectar fugazmente la escuela de su maestro, haciéndonos recordar en su estilo y en su emisión vocal los momentos gloriosos de las grandes interpretaciones de Araiza de la música de compositores favoritos suyos como Mozart y Schubert. Para esta particular visión teatral del Cancionero italiano, Araiza tuvo el tino de no proponer movimientos y acciones superfluas que replicaran lo dicho por el texto y la música de manera redundante, limitándose en cambio a marcar en el espacio físico los sucesivos momentos de alejamiento y acercamiento entre los protagonistas de este extenso y cambiante diálogo amoroso que ofrece a quien escucha (y también a quien lo canta) numerosos estados de ánimo. Notable en particular el hecho de que entre esos estados de ánimo está presente el humor, cosa poco usual en el mundo del Lied, y ese humor fue bien asumido, bien cantado y bien actuado por Francisco Araiza y Marija Vidovic. Es preciso mencionar también la labor eficaz y discreta del pianista Alexander Pashkov, quien recién se interna en el mundo del acompañamiento y cuyo talento e intuición le han permitido iniciar esta faceta de su carrera con el pie derecho. Además de la fluida musicalidad que aplicó a su trabajo, tuvo una importante colaboración en el aspecto de controlar los tiempos y las pausas del espectáculo, ese asunto fundamental que es el timing, de suprema importancia en cualquier manifestación escénico-musical.
Es importante señalar también que para esta presentación del Cancionero italiano de Wolf a cargo de Araiza, Vidovic y Pashkov, el público del Palacio Municipal se dejó convencer de la importancia del silencio, de manera que la función transcurrió con una continuidad impecable, sin escándalos ni interrupciones. Es decir, sí se puede, y se agradece. Ojalá se pueda con mayor frecuencia, cada noche, en cada concierto y recital.