jueves, abril 10, 2025
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Imágenes urbanas: Mi vida por una hebilla

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
Los gritos en el cuartito de cartón de cuatro por cuatro habían despertado a todo el vecindario el cual sabía que algo andaba mal en aquel matrimonio,  es que no era la primera vez que ocurría y de seguro al día siguiente la Chabela amanecería toda moreteada.

Pero esta vez era diferente, los golpes y maldiciones eran tan fuertes y subidos de color que todo presagiaba una verdadera tragedia, por eso no faltó quienes se organizaron espontáneamente para ver si de casualidad miraban  alguna patrulla que interviniera.

Todo el mundo estaba atento, el último grito de la mujer había sido hueco, quedando solo el llanto de los niños y aquel hombre de entre 30 y 35 años salió de la casa justo en el momento que se acercaba una patrulla con sus luces multicolores, intentó correr pero fue detenido por dos policías al tiempo que una mujer salió de la vivienda de los hechos gritando: – ¡La mató, está desangrándose! –

Manuel había crecido con una gran debilidad: su gusto por las hebillas norteñas, y mientras más grandes y brillosas mejor.

Desde niño, cuando empezó a hablar, le había dicho a su papá cuando paseaban por la calle Matamoros cerca del Mercado Municipal de Hermosillo: –  pá, abuilla –, y así obtuvo la primera de fierro bañada en plata en forma de herradura.

Cuando llegó a la adolescencia ya tenía toda una colección de hebillas, las quinceañeras  rondando su casa y su fama de buen bailador de banda y tololoche extendiéndose por todo el rumbo.

Pronto dejó la escuela, entró de lotero en una tienda de autoservicio y todo lo que ganaba era para el baile del sábado por la noche.

Tenía un ejército de fans a las cuales volvía locas con su sombrero texano, camisa a cuadros, botas vaqueras y lentes oscuros.

Ahhh pero el sinfín de hebillas de diferentes metales que tenía eran la locura entre sus seguidoras,  filosofaba sobre su utilidad como escudo y arma para defenderse, como  moda y tradición que hay que rescatar ya que se está perdiendo por culpa de tanta gente que llega del sur, con otras costumbres, decía.

De pronto la sorpresa: quien sabe de dónde se hizo de una pick-up Longapaffa tipo americana con rines cromados y vidrios polarizados, fue la locura, la Isabel no resistió y cayó rendida entre sus brazos.

Isabel era la más bella de la populosa colonia Ley 57, incluso había concursado para Miss Hermosillo con miras a Miss Sonora pero había quedado en el camino ya que al decir del rumbo: Siempre ganan las ricachonas de la Pitic.

Y la hermosa Isabel de un lado para otro en la pick-up, orgullosa con su mano izquierda descansando delicadamente en la pierna de aquel vaquero citadino, hasta que se casaron.

Vino el primer hijo; pero él quería seguir en las mismas, en los bailes de los sábados por la noche y así empezaron los pleitos:

– ¡Te la pasas todo el día limpiando tus hebillas ponte a trabajar, qué vas a hacer, ya mero nace el otro, me dijiste que sólo viviríamos unos días en casa de cartón y mira, ya llevamos tres años en este arnero!
– ¡Mejor cállate, ya hasta vendí el carro y ni así te doy gusto!
– ¡Es que no duras en los trabajos, a estas alturas ya deberíamos de tener una casa de perdida del Infonavit!
– ¡Si mis papás y los tuyos empezaron en casa de cartón nosotros por qué no, que catrincita me saliste!

Los rumores de que tenía “otras” hicieron más difícil la relación y más fuerte los pleitos.

La noticia corrió como reguero de pólvora: La Chabela recibió un hebillazo en la cabeza muriendo instantáneamente.

Hoy en día el Manuel hace hebillas de palo fierro en el Centro de Readaptación Social que su madre vende por fuera para sacar adelante a los huerfanitos.

Las hebillas son muy originales, pulidas, brillosas y de diferentes tamaños con figuras de metal incrustadas, en sobre pedido hasta les puede grabar las iniciales del comprador, le quedan tan bonitas y lo han hecho tan famoso que sus compañeros lo han apodado así, como el “Hebilla de oro”.

¿Gusta una?

 

 

*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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