Ludibria: Democracia y riesgos
“Los asnos prefieren la paja al oro”
– Heráclito
Ramón I. Martínez
1 – Hay modos de relación social que los seres humanos sí compartimos con otras especies animales, verbigracia, entre los chimpancés es tan común la prostitución (de las simias, entre simios la mayoría de las ocasiones) como las agrupaciones de defensa contra enemigos comunes: difícilmente se puede sobrevivir en un medio hostil cuando se ha separado el individuo de la congregación o cofradía cuyos miembros (simiescos, no viriles) mutuamente se han apoyado.
Por otra parte, existen experiencias de organización social que son sólo propias de las comunidades humanas. Más bien debiera yo decir: existen ciertas experiencias de convivencia al parecer sólo propias del homo sapiens. Entre éstas ocupan un lugar relevante los modos de organización política.
No es gratuito que Aristóteles se haya referido a nuestra especie como “animal político” (zoon politikón). Es decir, somos seres predispuestos a la política.
A fuerza de repetírnoslo hasta provocarnos el más horrendo hartazgo, tipos nefastos han querido convencernos de la inutilidad de la democracia. Son algo más que simples aves de mal agüero, dogmáticos conjuradores de la tormenta, oscuras rémoras obnibuladas, trilogía del conformismo: inopia, desigualdad, indiferencia.
Afortunadamente, hemos quienes sí creemos en el futuro de nuestra nación, no refugiados en falsos optimismos, mucho menos en promesas vanas. Nuestra fe está firmemente basada en los imponentes cimientos de nuestra historia; en medio de los dilemas más álgidos y al margen de todo estéril caudillismo, nuestro recurso más valioso en la lucha ha sido y será el elemento humano, nuestra gente. Y digo nuestra, porque nos guste o no, tan mexicana es la artificiosa Ana Bárbara como el desgreñado Alex Lora, los aztecas sojuzgados, el yupi perfumado, la raza aglomerada cual moscas en taquería, los exiliados españoles o los indígenas perdidos en la ignominia de la sierra. Oh inefables misterios de la identidad nacional.
2 – Por extraño que pueda parecer a alguno de mis tres estoicos lectores, el principal factor político no es el movimiento de masas rugientes y hediondas, sino el individuo, en el sentido más estricto de esta palabra: ser indivisible, dotado de personalidad, libre albedrío e inteligencia.
En ese tenor, resulta pertinente, a propósito del ostentoso culto a la personalidad de los dictadores, recordar aquí aquellas palabras de Fernando Savater:
«La política aparece con la democracia, es decir, con la generalización de la autonomía social de los individuos. Y lo que retrospectivamente llamamos política en los momentos predemocráticos se debe, precisamente, a la exaltación a la individualidad de algunos magnates a costa de la desindividualizada sociedad que los sustentaba: de modo que la protopolítica la hicieron unos cuantos individuos exaltados. Sólo esos príncipes tenían derecho a nombre propio, genealogía, a una tumba con su debido título (mausoleo), al parentesco con los dioses. Los primeros individuos son divinos y las ciudades que fundan reciben su nombre de su exaltada y celeste individualidad. (…) Tales individuos supremos, aislados en su divina e inhumana individualidad, eran los únicos que tenían derecho a realizar hazañas memorables, lo cual es una forma enfática de decir que tomaban decisiones que implicaban a la colectividad. (…) Príncipes y héroes fueron a la vez únicos e irrepetibles (individuos por tanto), pero también patrimonio colectivo, representaciones dramáticas de la negada individualidad de cada cual y todos.»
Cualquier parecido con alguna celebridad, será mera continuidad histórica.
*Ramón I. Martínez (Hermosillo, 1971) Maestro en Letras Mexicanas por la UNAM, profesor a nivel bachillerato en el Distrito Federal. Ha publicado Cuerpo breve (IPN-Fundación RAF, 2009). Cursa el doctorado en Humanidades en la UAM-Iztapalapa.
muy oportuna reflexión, cuando todo lo que pasa es culpa del villano favorito y se invita a pedir su remoción, a violentar nuestra democracia, ya vienen las elecciones del 2018, entonces sí, a hacer valer nuestro voto.