Imágenes urbanas: Amor en la Cañada
Por José Luis Barragán Martínez
Corría el año de 1916, cuando los jóvenes Patricio Loyola y Beatriz Domínguez llegan a Hermosillo, venían “huyendo” de Acapulco, Guerrero, la pareja se amaba pero sus familiares no estaban de acuerdo en aquella unión, por eso Patricio le había dicho a su novia “vámonos lejos, donde podamos querernos”.
Y se establecen en una cañada deshabitada en unos de los cerros al Noreste de la capital sonorense, en donde procrearon once hijos, muriendo siete de ellos en su infancia por las limitaciones propias de la medicina y la salud pública de aquella época, sobreviviendo Agustín, Ceferino, Adalberto y María Lina.
Cabe destacar que don Patricio y doña Beatriz eran de piel morena, “tirando a negros”, como cariñosamente los recuerdan quienes los conocieron, “por eso los niños eran más negros que morenos, y sus amiguitos de más abajo les decían a sus mamás que los dejaran ir a jugar con los negritos de la cañada”.
Y así se le quedó, la “Cañada de los Negros”, actualmente comprendida entre las colonias 5 de Mayo y El Mariachi.
Los hijos crecen y a la Cañada llegan más habitantes. En 1935, por problemas de salud que hacían difícil a don Patricio la subida al cerro, la familia decide cambiarse a El Mariachi, justo atrás del Molino Harinero.
Con el tiempo y por ley de la vida los padres mueren y los hijos toman diferentes rumbos: Agustín y Ceferino se quedan en Hermosillo, Adalberto emigra a Culiacán y María Lina viaja a Mexicali, a la fecha los cuatro también ya fallecieron.
Al que esto escribe le impresionaron bastante las muestras de cariño de la infinidad de personas que conocieron a los “negritos” Loyola:
En la colonia Olivares fui recibido muy amablemente, con una exquisita taza de café, por doña Amelia Valenzuela viuda de Loyola (esposa de don ceferino) y su hija Conchita. La plática fue amena, doña Amelia vivía originalmente el La Pithayita (próxima al paso a desnivel del bulevar Transversal y Veracruz) cuando conoció a don Ceferino, quien fue militar en su juventud y posteriormente taxista, famoso con su Chevelle ’72 color naranja, tan querido y respetado por los aguerridos jóvenes de la 5 de Mayo, Coloso Alto, la misma Cañada y demás.
A los familiares de don Agustín no fue posible ubicarlos, tan solo que viven por el rumbo del cerro del Bachoco en la colonia Cuatro Olivos. Don Agustín tocaba guitarra, formando un trío que tocaba en conocido restaurante de mariscos, recordado aún por quienes los escucharon dado lo melodiosa de sus notas y lo infinito de su repertorio.
También platicamos con don Jacinto Ávila, quien nos habló de aquella primera generación de pobladores de la Cañada después de los Loyola: de su mamá doña María Mora de Ávila; de doña Nelly Moreno, por muchos años empleada del Club Verde, ubicado en la misma colonia donde actualmente se encuentra la iglesia de San Miguel Arcángel; de don Jesús el “Tumbacerros”, constructor de resistentes y confortables viviendas en la Cañada tan sólo con los medios que la madre naturaleza le ofrecía Agua, tierra y piedras, posteriormente también famoso por los sabrosísimos sopes, tacos dorados, flautitas y chimichangas que ofrecía por fuera del Cine Lírico; de doña Juanita, aún recordada por la infinita clientela que acudía a disfrutar del menudo que preparaba; de “La Gota de Agua”, atendida por doña Leonor y don Federico (don Lico); de don Mónico, que en su “charanguita” ofrecía a la chamacada dulces, chicles, naranjas, pepinos, sandía y tostaditas con chile, muy ricas por cierto; de don Teófilo Silva, originario de Nayarit, que empezó vendiendo semillas de calabaza, hasta que se dedicó a la venta de tacos de carne asada, oficio que heredó a sus hijos Teófilo, Roberto, Manuel, “Gueño” y Jorge.
Don Jacinto también nos dijo de personalidades que gustaban de frecuentar a la Cañada como los boxeadores Paulino Montes, el “Mosco” Flores y el “Pajarito”, y cómo no mencionar al “Kiti”, al “Cayo”, Lauro el “Chaqueta de Loco”, “Lito Hernández” y muchos más, que forman parte muy importante de la historia del lugar.
La Cañada de los Negros, colonia que nació del amor entre don Patricio y doña Beatriz que venían “huyendo” de Acapulco porque allá no los dejaron quererse, él de 16 años y ella apenas de 13.
*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador