El color de las amapas: ¿Quién diablos es Ruby (Yuliet)?
Por Ignacio Lagarda Lagarda
A inicios del año 1993, en pleno “período especial en tiempos de paz”, cuando el director argentino residente en México, Carlos Marcovich (hermano del ex guitarrista de los Caifanes, realizador de videos y director de fotografía de varias películas, entre ellos El callejón de los milagros y Dos crímenes, y responsable de la belleza visual de buena parte del cine mexicano de los 80/90), se encontraba en las calles de la Habana, Cuba, para filmar un videoclip del cantante Benny Ibarra (ex Timbiriche), con la modelo mexicana Fabiola Quiroz, de pronto, afuera del Hotel Plaza, una “jinetera” de apenas 13 años, llamada Yuliet Ortega, se le acercó pidiéndole ayuda para comprar un barniz de uñas.
A Marcovich, le impresionó su cara y su expresión, y le pidió la casi niña le contara un poco su vida.
Yuliet Ortega era una joven huérfana cuya madre se había suicidado y su padre la abandonó para ir a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades de vida, que vivía con su abuela en San Miguel del Padrón uno de los barrios más pobres de La Habana, que deseaba viajar a Estados Unidos a conocer a su padre. Al escuchar su historia Marcovich tuvo la genial idea de hacer un documental para contar la vida de una joven cubana, sin necesidad de guión ni ensayos, apenas con la cámara abierta para que Yuliet se confesara íntegra en su honestidad y simpatía, en su belleza y en la pesadumbre de su destino trágico y se dijo: “hay que hacer algo con esta niña”. No le compró el barniz, pero la invitó a participar en las filmaciones.
El “período especial en tiempos de paz”, como le llaman los cubanos a la etapa en la que la Unión Soviética dejó de apoyarlos y quedaron sumidos en una terrible crisis de suministros, particularmente alimentos, que casi los lleva a una hambruna, fue un largo período de crisis económica que comenzó como resultado del colapso de la Unión Soviética en 1991 y, por extensión, del Consejo de Ayuda Mutua Económica CAME, una organización de cooperación económica formada en torno a la URSS por diversos países socialistas cuyos objetivos eran el fomento de las relaciones comerciales entre sus miembros, así como por el recrudecimiento del embargo norteamericano desde 1992 con la aprobación de la Ley Torricelli que tiene como objetivo fundamental aislar totalmente a Cuba del entorno económico internacional y hacer colapsar su economía.
La situación fue tan dura que las jóvenes cubanas se vieron obligadas a prostituirse con los visitantes extranjeros con tal de conseguir dinero para poder que sus familias pudieran comer. A esas jóvenes prostitutas se les conoció cono “jineteras” y Yuliet Ortega era una de ellas.
No fue sino hasta octubre de 1995, después de regresar de la India y Europa, que Marcovich buscó de nuevo a Yuliet para iniciar las grabaciones. Para entonces Yuliet ya no era tan niña y ya se prostituía con los turistas extranjeros. Yuliet aceptó actuar pero lo tomó un tanto como juego, dice el joven director de origen argentino. “Dije que sí porque no tenía nada que hacer”, comenta ahora ella.
“Era indisciplinada, nos dejaba tirados con el equipo, el jueguito de la filmación a veces le aburría.”
“Esto es pura bobería”, decía.
El resultado del trabajo filmado entre 1995 y 1997, es una sólida película-documental titulado ¿Quién diablos es Juliette?, que narra la vida real de Yuliet, una adolescente prostituta cubana y rastrea a fondo el alma de una “jinetera” y de paso el de la Cuba contemporánea, un relato que no necesita de los sensacionalismos de la ficción para captar en toda su magnitud las vicisitudes de Yuliet en el círculo que conforman su familia y sus amistades, un círculo en cuyo centro están ella y sus circunstancias: la desaparición trágica de su madre, el abandono de su padre y su necesidad de ganarse la vida atendiendo hasta el límite del pudor a los visitantes de la isla y Fabiola Quiroz, una modelo mexicana, quienes, cuyas vidas parecen tener líneas que se tocan misteriosamente, con extraordinario humor y descarnada franqueza, rodeadas de peculiares e inolvidables personajes secundarios, nos demuestran que la ausencia de sus padres, las carencias y las adversidades las hicieron más fuertes, más hermosas, e incluso protagonistas de este documental.
El documental filmado en La Habana, Nueva York, Los Ángeles, Morelia y en México D.F., es la opera prima, de este joven osado cineasta debutante en un insólito experimento de cinèma‑verité o “ficción filmada en vivo”, como prefiere llamarla el mismo. Marcovich contacta dos realidades paralelas. La de una modelo mexicana que busca su suerte en Nueva York y la de Yuliet, atrapada en las redes de su propio destino en La Habana.
La libertad ofrecida por Marcovich para que los protagonistas continúen siendo ellos mismos, a pesar de la cámara y el micrófono, y el minucioso trabajo fotográfico son las dos grandes virtudes de la película, un documental que sirve de paso para que el espectador escudriñe esa Cuba que los turistas suelen evitar.
Conmovedora y sincera, ¿Quién diablos es Juliette? se aproxima más a la realidad cubana que los panfletos cinematográficos de ficción que el cine cubano contemporáneo se empeña en promover.
Esta es su ópera prima y, hasta ahora, el gran hit de su carrera –fue premiada en Sundance y en el Festival de la Habana–.
Es una historia fresca que mezcla la estética del video clip con la técnica documental y un airecillo del “direct cinema”.
La dirección, guión, fotografía y edición, son del propio Marcovich, la producción del mismo y Yolanda Andrade, la música de Alejandro Marcovich y el reparto lo integran Yuliet Ortega, Fabiola Quiroz, Salma Hayek, Jorge Quiroz, Víctor Ortega, Michelle Ortega, Benny Ibarra, Francesco Clemente, Daniel Giménez Cacho, Obdulia Fuentes, Yolanda Barajas, y Oneida Ramírez.
Marcovich tardó seis meses en editar la película.
Con la película, Marcovich rompió los moldes, trabajó en una idea suya, se burló de sí mismo y de su trabajo, y hasta se dio el lujo de resolver el enigma de Juliette y Fabiola, al menos hasta el capítulo en que los espectadores salen de la sala de cine con la ilusión de conocerlas.
La edición es extraordinaria, ya que todo se forma a partir de secuencias muy cortas que deben ir relacionadas. Fotográficamente hay escenas grandiosas, como la tomas aéreas en Xochimilco, el malecón cubano con los niños jugando en el agua en cámara lenta o la secuencia de los arcos en la búsqueda de Juliette.
La película se estrenó en 1997 en el Festival Internacional de Cine de Toronto, Canadá, en 1998 en el Festival de Cine Sundance en Estados Unidos, en el Festival Internacional de Cine de Róterdam, Países Bajos, en el Festival de Cine Internacional de Friburgo, Suiza, y en 1999 en el Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires, Argentina. De festival en festival, por todo el mundo, la película ha participado en más de 100 eventos, ha ganado casi veinte premios, entre ellos uno de los más importantes fue el que recibió en el Festival Sundance de cine independiente.
Paradójicamente, donde pasó casi inadvertida fue en el Festival Internacional de Nuevo Cine Latinoamericano que se celebra en La Habana Sólo tuvo dos funciones y —asegura Marcovich— no la mostraron al jurado —¿Por qué?
—Es muy fuerte Bastante agradezco que la pasaran sin haber líos
Y es que, dice el cineasta de 35 años, la cinta “retrata de manera cruda la compleja y fascinante realidad cubana de los años noventa”
Yuliet fue al estreno en Canadá y vio la cinta ya terminada sorprendida, le confesó a Marcovich: “Tengo que reconocer que eres un tipo muy inteligente”.
El éxito de la cinta llevó a Yuliet a las portadas de las revistas, a las entrevistas de prensa y a los cocteles con la “crema y nata” del ambiente artístico e intelectual de México, pero su foto en la portada del Time o del New York Times no significan nada para ella ni le importan, dice Marcovich.
Durante la premiación de los Arieles, Yuliet se negó a subir al estrado para recibir —junto con el director y la modelo michoacana Fabiola— uno de los galardones.
—¿Por qué te negaste, Yuliet? Le preguntó un periodista.
—La verdad, yo esperaba que no le dieran ningún premio. Para ser un documental ¿no te parece que dos arieles son muchos premios?, le respondió.
Dos años después del estreno Yuliet se fue a vivir a la Ciudad de México, donde se instaló en un modesto pero ordenado departamento de la colonia Guadalupe Tepeyac y a trabajar como anfitriona y cadenera, en centros nocturnos de la nostalgia habanera como el Bar Fly, en Los Íntimos y en Mamá Rumba, bailando la “timba” cubana donde conoció a sus mejores amigas, Laura Ledezma y Raquel Sevilla,y viven con ella.
En su recámara conserva dos signos de la cubanía: una figura de San Lázaro (divinidad de los desvalidos y enfermos) y un pulso del santo yoruba que la protege: Eleguá, “el que abre y cierra los caminos”.
Yuliet camina por las calles del DF con su andar habanero, inmune a las miradas y a la fama “Nada de eso me interesa”, comenta. Su vida transcurre como si estuviera de vacaciones: duerme hasta tarde, come donde la invitan, vive donde la adoptan, se pone lo que le compran y, por las noches, “descarga” sus energías
Dos años después de sorprender al público mexicano por su actuación en la película del cineasta Carlos Marcovich, salta la pregunta ¿Quién diablos es ahora Yuliet?
“Sigo siendo la misma: fuerte, noble, sencilla, alegre y muy ‘jodedora’”, contesta ella de inmediato
—¿La película no cambió tu vida?
—Para nada, soy la misma, quiero y jodo a todo el mundo A los taxistas les digo que me los voy a coger, que me den dinero — dice burlona
Carlos Marcovich, por su parte, comenta: “Yuliet ha madurado Ya no es la chiquilla tierna y salvaje de años atrás Tiene otra actitud, aunque en esencia es la misma Haz de cuenta que son las ganas de vivir encarnadas en una persona”
Durante su estancia en México, Yuliet recibió invitaciones del actor Eugenio Cobo para hacer un cortometraje, la propietaria de Casa Glenda le propuso ser modelo, Televisión Azteca le propuso pagarle los estudios de actuación y ninguna de esas ofertas aceptó. Solo participó en un videoclip de Kabbah
—¿Y qué te gusta hacer? Le preguntó un reportero.
—Dormir mucho para durar más
“Los mexicanos me cansan y los periodistas también”, señala
Incluso ya rompió con Dariel, su novio cubano de toda la vida
A Carlos Marcovich lo considera casi como su padre, pero últimamente lo ve poco:
“Me aburre un chingo con sus rollos intelectuales”, dice
Cuando se le pregunta ¿qué más quisiera de la vida?, responde:
“Que mi mamá estuviera viva; que toda mi familia estuviera aquí en México conmigo; casarme con alguien al que realmente yo quiera; tener tres hijos con él, y los demás deseos no los cuento porque son personales”
—¿Qué otra cosa extrañas de Cuba?
—Los hombres
—Y Fidel Castro, ¿qué te parece?
—Me cae bien, a mí no me ha hecho nada malo
—¿Crees que él vio tu película?
—Sí, posiblemente
—¿Y le habrá gustado?
—No, yo creo que no
—¿Y ahora entiendes la película? ¿Qué opinas de ella?
—Es una mierda, ¿a ti te gustó?, ¿la entendiste? — contesta con una sonrisa.
Al final de la filmación sobre una barca en el mar cubano y frente a la cámara de Marcovich, Yuliet dijo:
“Mi deseo para año nuevo es viajar, que mejore mi país y que todo mundo pueda tener lo que quiera y no tenga que hacer cosas que no quiere hacer”.
Hoy en día nadie sabe dónde está Yuliet.
¿Acaso la vida de Ruby dará para una película exitosa?
*Ignacio Lagarda Lagarda. Geólogo, maestro en ingeniería y en administración púbica. Historiador y escritor aficionado, ex presidente de la Sociedad Sonorense de Historia.
Gracias por compartir tan excelente narración.
Excelente trabajo narrativo