viernes, noviembre 22, 2024
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Espejo desenterrado: Luna menguante

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Por Karla Valenzuela
No sé si a usted le pase lo mismo que a mí, pero yo desde pequeña (sí, aunque no lo crea, alguna vez estuve más pequeña que ahora) he tenido una extraña conexión con la luna. Es más, nuestra comunicación es tanta que a veces entiendo por qué mi madre dice siempre que soy una lunática; y es que, dicho sea de paso, con las cosas que uno tiene que hacer a diario, con los quehaceres del hogar, con los problemas tan domésticos como enfadosos que tiene que lidiar una, y todavía armonizar su vida de madre de familia abnegada con el tiempo que una le dedica al trabajo o a eso que muchos llaman desarrollo profesional muy pomposamente, y aún más tener que fumarse las noticias que no hablan más que de política y cosas tantito peores, combinadas con los sinsabores del futbol mexicano y otras fatalidades, ¿quién diablos no va a ser lunático? Si usted levantó la mano, además de lunático es un buen mentiroso, quizás, o es acaso que todavía no descubre ese otro yo que le sale a uno a veces, principalmente cuando el mundo está al revés, que es casi todos los días.

Pero le decía que la luna y yo siempre hemos sido muy buenas amigas, o al menos eso creo yo, y es una de esas amistades que no terminan nunca, fieles pues, aunque a veces nos enojemos con ellas, aunque las apretemos tan fuerte que se sienten como asfixiadas y quieran huir, aunque de vez en cuando se escondan para que no las encontremos sólo por darse el lujo de disfrutar la soledad entre las nubes de la felicidad, aunque a veces nosotros mismos nos escondamos de ellas para que no nos atrapen en alguna travesura de la que al final, tal vez, acaben siendo cómplices; así, exactamente somos la luna y yo, de esas amigas que sobreviven a pesar de la distancia.

Y es el caso que ayer iba caminando por rumbos de la calle Del Seri y me encontré con la luna menguante bellísima, lista para hacer caer su influencia sobre todo lo que se mueva en esta tierra, lista para permanecer a medias entre nosotros y ocultar todas sus tristezas, todas sus penas entre la oscuridad; esa fase lunar es la que más me gusta porque es con la que mejor me identifico y, además es la que tiene las virtudes que yo más le agradezco pues, por si usted no lo sabe, la luna menguante tiene fama de ayudar a que uno conserve la salud y, como si eso no fuera poco, cuando se muestra esta fase podemos comer todo lo que queramos sin temor a engordar. Por lo menos eso dicen algunos expertos en la materia, que conste que yo no lo sé de cierto, nomás lo he escuchado. Hay quien dice que las cirugías tienen mayor éxito que en cualquier otra fase, y que casi todas las tareas domésticas parecen más fáciles de hacer; es más, a todos los que pueden tener y conservar un jardín, ésta es el mejor momento para trabajarlo y hacer lo propio también con el campo cuando de plantar nuevos frutos se trata.

En general, a mi me agrada más la luna menguante porque su aspecto me representa a la nostalgia, a la ambivalencia que tienen los recuerdos: la añoranza y la feliz evocación.

Fue ayer mismo cuando noté como si la luna me saludara y me dijera: “hey, aquí estoy; no me he olvidado de ti”… y entonces toda mi noche se iluminó, se inundó de la transparencia que hay en el cielo y pude dormir tranquila aunque fuera por una vez.

Y sí, descubrí también que soy una lunática, o que de plano a mí me gusta vivir siempre en la luna, pero qué más da, ¿quién dijo que tener los pies en la tierra era lo mejor?… El mundo sigue girando, las patrañas están todavía ahí, los desafíos sólo se dan por televisión, los debates están ya planeados, nadie se arriesga ya ni por un balón, el universo permanece aunque yo me mortifique o deje de preocuparme, nada importa en este mundo repleto de enajenación. Yo, francamente, prefiero quedarme en la luna y perder el piso, porque esta noche no me gusta cómo está el mundo; prefiero a la luna… por lo menos hoy.

 

*Karla Valenzuela es escritora y periodista. Es Licenciada en Letras Hispánicas y se ha especializado en Literatura Hispanoamericana. Actualmente, se dedica también a proyectos publicitarios.


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