La Perinola: Fuimos gigantes






Fuimos gigantes: el testimonio del origen, la refundación del mito y la contemplación lírica del paisaje.
Por: Álex Ramírez-Arballo
Ayer por la noche, buscando algo de no ficción visual en el internet, topé con Fuimos gigantes, un documental sonorense dirigido por Víctor Navarro. Como tenía un par de horas disponibles y la computadora ya instalada sobre la barriga, me dispuse a verlo: me bastaron unos cuantos minutos para darme cuenta de que necesitaría levantarme para correr a buscar mi cuadernito de apuntes y una pluma, había algunas cosas que anotar. Lo vi tres veces, dos ocasiones consecutivas y una tercera -horas después- al terminar de correr cinco kilómetros durante los que pensé y pensé mientras iba rompiendo costras de hielo con los pies. Terminé con muchas hojitas de papel llenas de notas, ocurrencias e ideas sobre tan interesante proyecto audiovisual. Lo que leerás ahora es una síntesis de todo ello, una lectura al vuelo, más reactiva que metódica, que pretende una cosa bien sencilla: motivarte para que lo veas. Creo que también me interesa animar al autor para que se lance nuevamente al fascinante proyecto de filmar y compartir con los demás su mirada y su escrutinio de las cosas del mundo. La vida necesita del cine, que no se nos olvide nunca.
Fuimos gigantes es un documental corto (27 minutos) que testimonia la cosmogonía Seri; es decir, muestra lo que la tradición preserva de todo aquello que ocurrió en el tiempo antes del tiempo, en ese oscuro presente inmóvil donde nació la vida. Por voz de los ancianos de la comunidad, Navarro relata una historia esencial, un relato emparentado con el de muchas otras tradiciones a lo largo y ancho del mundo: en el principio de todo la nada, de pronto, los gigantes.
Esta obra me parece que tiene al menos tres niveles y en cada uno de ellos el espectador puede encontrar riqueza; por ejemplo, lo más evidente y que menciono arriba: el mito. Alguien tan ignorante como yo bien puede informarse sobre las historias fundacionales de los conca’ac; además,quienes somos curiosos y hemos estado interesados en algún momento de nuestra vida en la mitología, seguro que encontraremos delicioso este documento audiovisual. Uno no puede sino vincular el relato que cuenta el anciano con los distintos génesis de otros tantos pueblos, historias que,si varían en cuanto a los personajes, tienen en común una misma estructura: la guerra cósmica, los dioses ciclópeos que descienden, la creación como naturaleza caída, la catástrofe punitiva, la teogamia, el renacimiento y la redención.
La cosmovisión de esta comunidad queda de manifiesto por voz del narrador y del chamán. El mundo, su mundo está regido por una visión mágica, animista; el chamán es el gran protector de la isla con sus cantos y el mar, específicamente el Canal del Infiernillo (cuerpo de agua entre la Isla del Tiburón y la costa del continente) es una persona, saludable y buena.
Justo a la mitad del documental, irrumpe un personaje a quien acompañamos en silencio en una caminata reflexiva junto al mar. Muere el día y la cámara se acerca al rostro serio del hombre: “Nunca canto”, afirma. Negarse a cantar es una renuncia al mundo al que pertenece pero cuya herencia rechaza: “No puedo cantar esas cosas. Eso es parte de Satanás”, afirma con una voz y un gesto tímidos.
Se trata de un “renacido”, una persona que se ha afiliado a una fe cristiana promovida por evangelizadores protestantes de los Estados Unidos y que incluye cierto talante profético, así como la predicación vehemente y la infaltable amenaza a los fuegos eternos en el que se consumirán todos aquellos que no acepten a Cristo como salvador.
El hombre tiene una historia impactante: se enfrentó cara a cara con Satanás, y con la ayuda de Dios lo venció. Con semejante antecedente, ¿cómo no comprender la hondura de su fe? De pronto, la voz del narrador y el mito: la caguama tomando unos granos y depositándolos en la mano del creador para que hiciera la tierra. Silencio: los hombres en la panga. Piensa el hombre redimido por su fe en Cristo: “Puros cuentos o algo así”. Un gigante mata al otro de un flechazo en el vientre: cruzado de derecha del Lutero al “Chapo” Barnett.
El mundo viejo, el mundo de lo que fue ya no es lo que era. Los mitos han dado paso a nuevos mitos, a un mestizaje: el tiempo trae tiempos nuevos, se quiera o no se quiera, se esté dispuesto a aceptarlo o no.
La tierra de los gigantes es ahora la tierra de los demonios: vida y territorio en el que se juega día a día, instante a instante las condiciones en las que habrá de pasarse (hay que decirlo de algún modo) la eternidad.
El tercer pliegue de Fuimos gigantes es delicioso: una estética delicada, suerte de diálogo cinematográfico entre la cámara y el paisaje, revestido éste de cierto carácter místicoe iniciático. El trabajo fotográfico de Juan Pablo Ramírez es realmente muy bueno y me agrada porque abundan los planos lentos en los que se demora acariciando el agua del mar de Cortés o dibujando el contorno escarpado y espinoso de los cerros; por momentos me recuerda el Bajo California de Bolado. Si lo que te gusta es la rapidez y el vértigo narrativo, quizás este documental no sea para ti, aunque de cualquier modo me atrevo a pedirte que lo veas. La edición es perfecta y la animación, sencilla y no exenta de guiños humorísticos, sirve de contrapunto a la solemnidad del lirismo audiovisual que se impone –con nota aprobatoria- por momentos.
El esfuerzo creativo y el cuidado en la elaboración hablan muy bien del equipo que asumió el reto de sacar adelante este proyecto: lo han hecho con solvencia y profesionalismo, lejos de la estética noventera del mundo MTV, efectista y vacío, de las tocadas de punkies regionales y las acrobacias de patinadores pasando el tiempo en las plazas y banquetas de la ciudad. Navarro se encuentra lejos de la improvisación y la “calentura” de filmar a toda costa, estoy seguro.
Lamento, en todo caso, que la cámara no hubiera permanecido encendida más tiempo, que la historia no se hubiera prolongado y complejizado más, porque creo que daba de sí y creo además que el director tenía una idea clara de la narrativa que se iba abriendo a su paso: un buen documentalista debe poseer la intuición suficiente como para saber el preciso momento en que, por el bien de su película, ha de traicionarse, salvo que se encuentre trabajando para intereses superiores, está claro. Y creo que éste no ha sido el caso.
El documental es un género de absoluta libertad por lo que implica, para que el resultado tenga algún valor, una absoluta responsabilidad. Los autores de Fuimos gigantes han sabido ser responsablemente libres. Estoy seguro que vendrán nuevas obras de este autor y yo estaré muy contento de verlas, reseñarlas y recomendarlas si es que valen la pena.
Te toca mover la pieza, Víctor.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com





