Espejo desenterrado: Del gran amor y los grandes logros
A Juan Pablo, siempre a él
Por Karla Valenzuela
Dice el Dalai Lama que hay que tener en en cuenta que el gran amor y los grandes logros requieren grandes riesgos. Y es cierto. Por eso, cuando se logra algo hay que celebrarlo. Significa que pasamos, quizás, un sinfín de obstáculos para conseguir llegar a la meta. Y también por eso de nada sirve quejarse mientras estamos persiguiendo nuestros sueños, porque –a fin de cuentas- se supone que es lo que más queremos y, algunas felices veces, sabemos que para eso nacimos.
En mis años de profesionista, he conocido –por Dios- un gran número de gente que se queja siempre del trabajo que tiene y, pase lo que pase, en todo momento busca la oportunidad para respingar por lo que debe hacer, por lo que no debe hacer y hasta por lo que cree que debería hacer.
Y así va esa gente por el mundo, manifestándose viva sólo por sus quejas, por lo lamentable que les va en su historia sin pensar en que realmente pierden el tiempo para alcanzar los grandes logros para los que fueron creados.
Si todos nos diéramos cuenta de que –fuera de toda soberbia- estamos en el mundo no para hacer lo que queramos sino para hacernos el bien, inclusive a nosotros mismos, procuraríamos – como dicen en el Colegio Muñoz- hacer un trabajo siempre bien hecho y, de verdad, este espacio que habitamos sería un poquito o un mucho distinto.
Afortunadamente, tenemos la oportunidad de inculcarle a nuestros hijos la invaluable virtud de la perseverancia, la inefable cordura del esfuerzo; ciertamente, también podemos propiciar en nuestros seres cercanos una actitud positiva, un motivo conjunto por el cual existir.
Yo veo a mi hijo recién graduado de secundaria con todos su logros a cuestas y entonces sonrío de alegría; es ésa la mejor herencia que les puede uno dejar a quienes nos preceden, es el gran tesoro que les quedará para siempre y, si tenemos suerte, lo pasarán también a sus hijos y a los hijos de sus hijos.
Celebro todos los logros de mi hijo y de todos los jóvenes que procuran la excelencia en su vida. Sin duda, el respaldo de los padres, de la familia, de los amigos, siempre hará la diferencia, pero la esperanza es de ellos mismos porque ellos mismos son la esperanza de un mundo mejor.
Hoy festejo a mi vástago – como diría mi amiga Angie- y es válido decirle aquí, estimado lector, que estoy orgullosa de él. Veo sus ojos y en su mirada se refleja el mundo pleno que siempre soñé y, a través de él, soy de veras, yo también, infinitamente feliz.
*Karla Valenzuela es escritora y periodista. Es Licenciada en Letras Hispánicas y se ha especializado en Literatura Hispanoamericana. Actualmente, se dedica también a proyectos publicitarios.
felicidades Karlira, por tus frutos te conozco, linda mujer, hermosa madre, felicidades
Felicidades Karlita ya un paso más del camino que hay que recorrer….felicidades y que sigan los logros…un abrazo
Felicidades Karla, me emocionas. Que sigan los grandes logros de tu hijo para que los sumes a los propios y te llenes de felicidad.