El exilio: un punto de luz al que siempre se podrá aspirar
Por Carlos Sánchez
Superlativo. La historia en audiovisual. Las voces como estandarte de liberación. Sin panfleto. Con el conocimiento de causa: salir del cuadro que es la casa, la familia, para seguir respirando.
Hay en El exilio (documental hecho por Eden Bernal), regiones biográficas de Berta y Mercedes. Dos señoras en toda la extensión de la palabra, que se despojan las ataduras, que se adhieren a la naturaleza. Y fluyen.
Atrincheradas en su búsqueda que no es otra cosa que la armonía. Están allí, afables con el viento sobre sus rostros. Mercedes en la mar, Berta amando a los animales, porque si ellos están bien, uno también estará bien. Premisa inteligente que remite al discurso que emitiera José Saramago al recibir el Premio Nobel de Literatura.
Distantes de las voces que engendran violencia, la de los hombres que fungieron como maridos, las protagonistas de este documental habitan su exilio, el que construyeron como máxima resistencia, la mejor aspiración para alcanzar y convivir con la paz.
Eden Bernal dispuso su mirada para con ellas. En un abrazo profundo, constante, las voces, las imágenes, se registraron en lo que ahora es un documento, el cual circula, viene, va.
Y le ha tocado a Sonora como primicia, porque aquí se hizo el jale, más bien allá, en la región del valle que es territorio yaqui, adonde pertenecen Berta y Mercedes.
Y si primero fue la Sala de cine Alejandro Parodi de la Casa de la Cultura de Sonora, adonde fue invitado el director a proyectar, desde el Instituto Sonorense de Cultura y en donde también hubo conversación, preguntas y respuestas, análisis con voz de mujer, la mayoría; más al rato, un día después, el Cereso Femenil abrió sus puertas a las voces de Berta y Mercedes.
Eden, allí, abriendo la chistera, el corrido del corto, las imágenes por demás poéticas y seductoras, puntuales y metafóricas. Las morras del Cereso: el absorto contumaz.
De pronto la risa, como un encuentro de ellas, las morras presas, con las protagonistas y sus voces por demás honestas reseñando la vida y la felicidad que da el poder de decidir. Quizá la máxima enseñanza que deja el filme.
La sonrisa, digo, destaco, como un deseo de estrechar la mano con las mujeres que aparecen en la pantalla, como un rebote de complicidad y celebración. Decirles: bien hecho mujeres, ese es el camino, esa es la lucha. Aquí muchas padecemos los mismos dolores.
Mirar a estas chavas observando El exilio, es como mirar la alegría de una ave en vuelo. Y verlas así, atentas, sumergidas en cada frase, en cada acción, es también saber que ellas arman su propio rompecabezas.
Y es saberlo porque al final de la proyección hubo tiempo para las palabras. Y las morras dijeron la maravilla que les causó el documental. Incluso, a propuesta de Eden, las chavas escribieron y rubricaron en un papel el mensaje para Berta y Mercedes. El cual ahora está en manos de ellas y ambas felices por la complicidad que despierta este documento.
Eden, por su parte, se ha convertido en puente entre las protagonistas que viven su exilio en la armonía del viento, la flora y fauna, y entre las mujeres de la cárcel que también viven su exilio involuntario, el cual un día han de abandonar. Desde luego ya con el registro de estas vidas en el nombre de Berta y Mercedes.
La máxima lección, el saber que no obstante la edad, el tiempo, las circunstancias, siempre habrá un punto de luz al que se puede aspirar.