Ludibria: Los orillados, de Hernán Bravo Varela
Por Ramón I. Martínez
Vivir al límite, fuera del rebaño, conlleva sus riesgos y nunca han faltado quienes se hayan tomado tales escollos. Esa disidencia ha sido una constante en todo ámbito, incluyendo el literario. De ello da cuenta Hernán Bravo Varela en su libro Los orillados. El volumen es de innegable erudición y brillantez en su escritura, híbrida de poesía, biografía y crítica literaria.
Antecedido por un lúcido prólogo de Eduardo Milán, el libro que fue finalista del Premio Nacional de Ensayo Joven José Vasconcelos 2007, nos presenta las biografías literarias de cinco “orillados”: Marosa di Giorgio, Luis Hernández (“amanuense de su propia poesía”), Juan Carlos Bustriazo Ortiz (panteísta), Raúl Gómez Jattin (loco iluminado) y Abigael Bohórquez. Claramente lo enuncia al final de una “Nota” el propio Bravo Varela: “Los siguientes son cinco levantamientos topográficos de arenas movedizas. Mi sola esperanza es que promuevan la reubicación de sus inquilinos en tierra firme y ayuden a preservar el deslumbrante patrimonio de sus escrituras”.
¿Quiénes, en términos generales, son los orillados? Tal vez pudieran identificarse en características con aquellos que Rubén Darío describe: escritores de “la misma pasión de arte, el mismo reconocimiento de las jerarquías intelectuales, el mismo desdén de lo vulgar y la misma religión de la belleza”. Los apartados del redil, los despreciados por pertenecer a otro tipo de bestias “de gruñido distinto” (Bohórquez). Y en cuanto al modo de apartarse, hay una variedad infinita, como parece sugerirlo Los orillados. Pudiera decirse entonces que éstos encajan con facilidad en la categoría de los “inclasificables”.
La fidelidad al propio ser, a la propia esencia individual, lleva al orillado a renegar de todo reconocimiento o laurel (así sea sólo por mientras se está vivo). Se trata de la “vocación de olvido” mencionada por Juan Manuel de Prada: “Todo escritor (…) nace con vocación de olvido. En algunos casos, sin embargo, las plurales formas del pecado van torciendo esa vocación y adornándola con los oropeles de la fama, la gloria y la inmortalidad(…) Cuando aparece la tentación, cuando el escritor ansía el fervor del público, o elabora proyectos que lo alivien del olvido, está traicionando su destino”.
Algo parecido afirma Abigael Bohórquez “como poeta tengo el destino de ignorarme”. Lo cual no implica negarse al amor, sea cual sea su signo. Bohórquez (1936-1995), poeta sonorense que muestra su preferencia sexual para cantar y declarar su amor verdadero (a despecho de quienes maldicen la condición homosexual) en nuestro México tan dado a la homofobia, y que lo hizo ya desde los años sesenta; esto además de ser un poeta de protesta, de los imprescindibles versos de denuncia, de disidencia, de incorrección política, en poemas tan intensos como “Canción de Amor y Muerte por Rubén Jaramillo”. Homosexualidad y disidencia política: doble condición que asumió con valentía, con gallardía, poniendo la vida en prenda.
Bohórquez es el poeta que cierra este herético pentateuco de Bravo Varela, y no desentona con los otros cuatro poetas. Quien abre esta breve nómina de orillados es la uruguaya Marosa di Giorgio (1932-2004), la única mujer de este volumen, sumergida en la fantasía: en su prosa poética pretende sustituir la memoria con “el fluir de un presente absoluto”: “Lo cotidiano es mágico. De niña era protagonista como testigo. Seguía a mi abuela, madre, tías, en su trajinar, mientras entrecruzaban los hilos, hacían la malla de oro de cada hora, de cada día”.
Algo en común tienen estos cinco artífices del verso: ya están muertos, fueron hispanoamericanos del siglo veinte y no tuvieron (ni buscaron) la celebridad, y son poco conocidos en México. Orillados del canon, de las jugosas prebendas y las pleitesías.
Si algún mérito de los muchos que tiene hemos de resaltar al presente estudio quíntuple biobibliográfico es éste: El rescate de obra valiosa que no fue valorada en su momento, el reconocimiento postmortem a aquellos que asumieron el riesgo de ser distintos y, por lo tanto, políticamente incorrectos e innovadores. Leerlos: Vale la pena abrevar de sus exóticas fuentes. Gracias al autor de estos ensayos por señalarlas.
*Ramón I. Martínez (Hermosillo, 1971) Maestro en Letras Mexicanas por la UNAM, profesor a nivel bachillerato en el Distrito Federal. Ha publicado Cuerpo breve (IPN-Fundación RAF, 2009). Cursa el doctorado en Humanidades en la UAM-Iztapalapa.