Mamborock: Lejos de una energía teatral que todo lo tiene, ahorita la realidad nos traspasa
Por Carlos Sánchez
Tiene la trayectoria que la inercia le construye. Los años de acatar el dictado de la vocación. El teatro como un objetivo desde la mirilla que también es el instinto. Elegir y ejercer lo que apasiona.
Elizabeth Vargas analiza, expone, indaga. Lejos del confort, de entender la vida como algo que así es esto. Cuestiona.
Hoy le toca ser protagonista de la Muestra Estatal de Teatro 2017 al presentar con TeatrodeKarne, la compañía que dirige, el montaje escénico Divorciadas, evangélicas y vegetarianas, obra escrita por Gustavo Ott.
—Elizabeth, ¿por qué decides montar esta obra?
—Tengo algunos años trabajando un laboratorio con seres humanos. Así les digo: no se consideren actrices, considérense gente, personas. Mientras estamos haciendo el laboratorio, investigando un tema tabú que es el beso, el beso como vínculo, desde qué produce en la saliva, en el contacto con la otra persona y cómo a veces nos perturba ver a otras personas besarse, si es del mismo sexo, si está en la calle implica más allá de un beso cosas corporales, movimientos.
Empezamos a hacer la investigación y las chicas actrices del laboratorio me decían que necesitaban decir cosas también a través del beso. Empezamos a ver textos y salió este de Gustavo Ott, que es una comedia. Yo nunca había dirigido este género y es una comedia enredosa. Empezamos a leer y de pronto dijimos: ¿y si la montamos?, ¿y qué tal si ustedes también descubren cosas personales dentro de los temas de la obra? Empezamos a darle análisis de texto. Duramos tres meses, no porque seamos muy intensas sino porque estábamos tratando de descubrir el velo que tenía la obra.
¿Y en qué momento empezamos a descubrir el velo de la obra?, pues en el cliché, en la evangélica, en la vegetariana y empezamos a pensar en qué tantas etiquetas hay: la lesbiana, el ama de casa, la trabajadora social o la actriz, la ex. Y empezamos a descubrir y digo empezamos porque yo también estaba poniéndome en la silla del intérprete, luego en la de directora, y en la de traductora.
Descubrimos muchas cosas, no sé si sea una cuestión norteña, una cuestión de identidad mexicana o latinoamericana, pero tenemos un tabú, un velo que a veces es interiorizado acerca de la sexualidad femenina y no digo sexualidad en términos de que no la ejerzamos sino la sensualidad que se posee, si eres muy guapa, te tienes que medir para salir y no quieres decir “es que con este shorts provoco estas cosas”.
Empezamos a hablar de todo esto, de cómo sale una a la calle; empezamos a contar anécdotas y episodios fuertes de cómo nos acostumbramos al acoso, no necesariamente verbal, y que a veces tratamos –en este caso estas tres actrices norteñas–, a hacer molduras, muy cabronas, muy fuertes, de resolver todo y controlar al tipo, ponerle la bota en el cuello al hombre.
¿Qué quiero decir? Más que querer decir nos gustaría que aparte de ser una obra que divierte, porque te ríes desde que comienza, está lejos de lugares comunes, de cualquier asunto feminista, que no tengo nada en contra de esos movimientos. Más que eso, es una cuestión de individuo, siendo mujer, hombre, lo que seas, finalmente puedes tener el mismo tabú acerca de tu cuerpo, acerca de cómo te muestras hacia los demás, siendo bello o no, para los demás, siendo mujer o no, para los demás.
Pueden ser tres chicas las que están allí y pueden sustentar un discurso pero finalmente te tiene que llegar a ti también. Eres chico, o no eres chico, eso es lo que nos gustaría que pasara, que no es una obra de tres mujeres, que no es una obra nada más de vamos a reírnos, oye, yo también vivo esto, porque de seguro hay hombres que también se han sentido perturbados de cómo me puedo yo identificar y salir a la calle sin que me cuestiones ¿por qué traes el pelo largo, qué quieres decirme, por qué usas ese acento, o por qué no te juntas con estos?
Como dice la obra al final: Soy vegetariana a veces y a veces no me da la gana. Soy evangélica a veces y a veces pierdo la fe. Pero no, estamos estandarizados. De pronto, es eso: traspasar el umbral, tres mujeres, una obra cómica, se mueven y se tejen cosas que no son tan cómicas. Sin embargo, nos sabemos reír de las cosas que nos duelen, se mueven cosas dolorosas que afortunadamente a veces te puedes reír de eso y decir, pues va, me pasó y a lo que sigue.
Sí es un texto que Gustavo Ott muy acertadamente escribe, porque maneja abiertamente la diversidad del pensamiento, no se centra. No es una crítica ni a la religión ni a la gente que no come carne, o a la gente que se divorcia y comienza una nueva vida. No se centra en etiquetas, se muestra tentador a que te identifiques.
—¿Cuál es tu opinión sobre las muestras de teatro?
—Para mí como docente, me parece muy importante que existan las muestras, mostrar lo que hay, mostrar el trabajo de todos. En una muestra clasificada de fechas y en teatro y todo, o mostrar nomás, siempre estamos mostrando nuestro trabajo.
En una política cultural sirve para entonces clasificar cosas y yo estoy en contra de eso. Entiendo que hay que hacer filtros para organizarnos, entiendo que hay que hacer convocatorias para profesionalizarnos, pero finalmente, desde mi punto de vista, eso no significa que seas profesional. Tú puedes entrar a una muestra y realmente yo desde lejos podría pensar quedaron dentro de la muestra las obras que tienen un formato más trabajado, o que tienen un director con mucha más trayectoria porque se va a mostrar en el programa lo mejor, eso es lo que se lee y no es verdad. Por lo menos yo me siento parte de un núcleo de gente que hace teatro y que muchas veces hemos estado o estamos en desacuerdo acerca de nuestro propio trabajo y nos juntan las muestras, como cuando la familia te junta en los funerales.
—¿Qué opción tienes para que esto no sea como un tamiz?
—A las instituciones les toca hacer esa parte: las convocatorias, el clasificarnos, decirnos que tenemos que tener una carpeta de tal modo porque es necesaria, porque ellos organizan. Pero ellos no pueden decirnos finalmente que eso que está allí es lo que tiene más calidad. Somos la sociedad como público, como escritores, como la gente que sí estamos moviéndonos más dentro del núcleo, que no somos solo quienes estamos haciendo teatro los que nos damos cuenta cuando algo no está trabajado, cuando algo no tiene un discurso.
Lejos de una energía teatral que todo lo tiene, ahorita la realidad nos traspasa. Tiene más energía teatral y ficción horrible la realidad y nosotros estamos concentrados en las muestras, en los teatros. Yo no sé qué hacer con el Teatro de la Ciudad porque nuestro montaje está pensado para alguien que está sentado en una silla, en el patio; lo estamos ensayando en la sala de mi casa.
—¿La muestra necesita espacios alternativos?
—Sí. Y también dejar esa hipocresía de decir nosotros necesitamos un teatro. Pues sí lo necesitamos, pero pregúntame si le sé pedir al técnico lo que podría pedirle, porque, ¿cuántas veces al año o al mes tengo un foro? En ese sentido sería una propuesta para los institutos que a veces dicen “ah, bueno, que se use el teatro y vamos a darles esta muestra”, pero también hay otras cosas que se pueden hacer, otros públicos que se pueden alcanzar y dejar de ser tan pretenciosos con la cuestión de la calidad y la identidad teatral sonorense.
Foto: Juan Casanova