viernes, noviembre 22, 2024
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Imágenes urbanas: La “Cuatro dedos”

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
Sábado por la tarde, los albañiles hacen fila para recibir su paga semanal, conforme van saliendo del área del fraccionamiento en construcción varias mujeres los abordan, van a cuidar que la raya llegue con bien a casa, algunos trabajadores se van contentos con ellas, otros a regañadientes, los menos casi las agarran a pedradas, Napoleón es de estos últimos: “¡Ya te he dicho que mientras más me persigas menos me vas a someter!”; pero ese día Dalila estaba dispuesta a jugarse el todo por el todo: “¡Pues si no me das la raya te voy a dejar, ya me tienes harta, a ver quién te hace el lonche, a ver quién te hace la comida con la miseria que me das a la semana, ah, y me voy a llevar al niño!”“¡Pues hilo, hilo papalote, hasta que por fin entendiste que a mí nunca me vas a poner el bozal, vale más coyote flaco libre en la pradera que perro gordo encadenado!”.




La mujer se retiró endiablada mientras que los demás albañiles la miraban de reojo, era hermosa, en verdad no entendían que alguien pudiera despreciar a aquella real hembra de cuerpo escultural y rostro a la María Félix, tal vez por la misma envidia la habían bautizado como la “Cuatro dedos”, es que cuando trabajó en la maquiladora donde conoció a Napoleón la máquina le mochó el índice de la mano derecha, con lo de la indemnización pagaron la fiesta de la boda, luego vino el cierre de la empresa y la vida se les complicó.

Aquel sábado Napoleón celebró en varias cantinas lo que llamó la “libertad recobrada”, y siguió celebrando toda la semana siguiente, trabajando y pisteando, ¡era libre otra vez!, ¡soltero, solterito! ¡no lo podía creer!, por eso al sábado siguiente, desde que abrieron, entró al table dance “Ilusionesss”

A las diez de la noche el locutor anunció: “¡Tiempo de pasarela!”. Una a una las mujeres fueron subiendo semidesnudas, veinte, treinta, apenas cabían en el escenario. El locutor: “¡Qué pasó caballeros, anímense, cien pesos el dance en su asiento y doscientos en el apartado, elijan la dama de su preferencia, anímense caballeros, anímense que esto no hay todos los días!”.

Los parroquianos solo paseaban sus miradas entre las mujeres y entre ellos, entonces el locutor cambió su discurso: “¡Estamos de promoción, la empresa ofrece mitad de precio, cincuenta pesos el dance en su asiento y cien en el apartado!”. Napoleón que apenas se podía mantener en pie por la cerveza gritó: “¡Quiero dos!”, y dos mujeres fueron y le bailaron encima, hubo una que se le encaramó en los hombros y apretó, apretó el cuello con sus piernas, Napoleón apenas podía respirar, entonces la mujer le pasó la mano derecha por sus ojos, solo tenía cuatro dedos y le gritó: “¡Así te quería agarrar, ahora sí me las vas a pagar desdichado!”, y siguió apretando con fuerza, Napoleón con la lengua de fuera y el locutor que no se cansaba de gritar a través del equipo de sonido: “¡Allí tenemos a un verdadero hombre disfrutando de dos por el precio de una, si no tiene dinero pida prestado, disfrute ahora y pague después!”.




*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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