viernes, noviembre 22, 2024
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La Perinola: Somos ciudadanos

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Por Álex Ramírez-Arballo
Cada vez que escucho hablar a los políticos tengo la sensación de que viven en un mundo que no es de este mundo; es como si su realidad fuera un escenario paralelo en el que dirimen sus pugnas de intereses partidistas mientras nosotros, los simples mortales, nos arrastramos de un lado para otro en este valle de lágrimas sin que nadie repare en nuestras vicisitudes y carencias. La gran masa padece mientras las élites rectoras aseguran para ellos un estado de bienestar muy lejano al del ciudadano común. Como los bancos o los casinos, ganan siempre.

Todo esto entraña una paradoja dolorosa: el llamado mundo de las instituciones es un porcentaje minúsculo de la población, sin embargo, lo dirigen todo, lo controlan todo: establecen los límites de lo posible. El resto de la gente no vive sino que  apenas se deja vivir movido más por la inercia que por la voluntad: son seres acotados por los designios de un poder que se multiplica en sus muchos tentáculos y sus mil cabezas.




Pareciera que todos, y quiero incluirme aquí sin que sea una fórmula retórica, nos desentendiéramos de estos importantes asuntos por mera comodidad, cinismo, indiferencia o abierta incapacidad de ejercer los derechos a los que nos debería atar nuestra ciudadanía.  No es cosa menor: estamos entregando el futuro y el de nuestros hijos a una camarilla de personas que en el menos terrible de los casos nos generan abiertas sospechas.

La educación que recibimos en el hogar y en la escuela debe de promover estos apetitos cívicos de participación y transformación de los que hablo. No solo estamos llamados a la adquisición de conocimientos intelectuales o habilidades de interacción social básicas; nuestro deber más elevado debe ser el desarrollo de una conciencia plena de nuestra condición comunitaria: somos comunidad y fuera de ella no podemos vivir, no lo olvidemos nunca. Alzar la voz, expresar con sinceridad nuestras necesidades y deseos debe ser el punto de partida: ahí donde alguien guarda silencio, hay alguien más que grita y aplasta.

Recuerda muy bien esto: no participar, no actuar ni hablar en la plaza pública es un pecado de omisión que debemos anotar en el inventario de nuestras culpas.




 

 

Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com


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