Imágenes urbanas: Tranquilidad, gota a gota
Por José Luis Barragán Martínez
Para los habitantes de la calle Rancho Viejo la aparición de aquel hombre cuarentón fue una verdadera novedad, no era un hombre común, todos los días salía temprano, bien vestido y tomaba el ruletero, por la tarde regresaba entre cuatro y cinco de la tarde (luego se sabría que trabajaba en el gobierno), nunca se le veía bajo los efectos del licor, no fumaba, saludaba con amabilidad a los vecinos sin entablar relación alguna con ellos.
El cuarto que rentaba, independiente de la casa, daba a la calle, siempre en calma, sin ruidos, como si nadie viviera allí.
Pero como dice el dicho: “Caras vemos, corazones no sabemos”. ¿Qué ocurría al interior del cuarto aparentemente tranquilo?
En cuanto el hombre cerraba la puerta se transformaba, aquel rostro risueño y amable se convertía en la desesperación total al cien por ciento, se tiraba en la cama boca arriba con el cuerpo tenso, la respiración agitada, los poros de la nariz abriéndose y cerrándose, los ojos fijos en el techo con una fuerza tal que pareciera que lo atravesaría.
Era un hombre bueno, que ante la solicitud de divorcio de la esposa y ante la imposibilidad de convencerla de lo contrario “porque había dejado de quererlo”, tuvo que abandonar la casa. Sufría, alejarlo de sus hijos fue lo peor.
Para enfrentar la terrible experiencia ni la espiaba ni la perseguía, todo lo contrario, cumplía con lo pactado en el acta de divorcio, pero sufría, sufría mucho.
Inteligente al fin, descubrió un método que empezó a tranquilizarlo y que le ayudó a olvidar, poco a poco: Abría la llave del lavamanos hasta que saliera solo una gota, y luego otra, y otra, lentamente las recibía en una copa pequeña y cuando esta se llenaba la vaciaba en una cubeta de 19 litros, y así, concentrándose en la gota, noche tras noche, empezó a olvidar su dolor.
Hoy que han pasado los años, que tiene otra familia y que nuevamente es feliz, cuando platica a sus amigos la triste experiencia les dice en plan de broma que piensa patentizar el método que lo ayudó a salir adelante, “¿y cómo lo piensas llamar?” le preguntan, y sonriente contesta: “Tranquilidad, gota a gota”.
*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador