domingo, abril 6, 2025
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Ludibria: De cómo duele la vida sin perder la alegría

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Por Ramón I. Martínez
Ramón I. Martínez. La ChicharraDesde un rincón bastante amplio y luminoso de nuestra república, el estado de Sonora, el periodista y escritor Carlos Sánchez (Hermosillo, 1970) nos hace llegar su libro de cuentos, Señales versos (Ediciones La Cábula, 2006). Este libro (edición de autor) se ve favorecido por una total ausencia de prejuicios y resentimientos, en consonancia con aquello que afirmara Arturo Conde Ortega respecto a un texto del propio Sánchez acerca del pasado dos de julio y su consecuente protesta-campamento: “la crónica más desprejuiciada y fresca del conflicto postelectoral”. Mientras la sociedad se polarizaba, este escritor tuvo la sensibilidad de observar todo desde la limpia mirada de un niño. De él ya hemos recibido el libro de cuentos Linderos alucinados (Ediciones La Cábula, 2000), y un libro de crónicas acerca de los campamentos de protesta contra el fraude electoral reciente, titulado sencillamente D.F. Inédita se encuentra su celebrada obra teatral Matar, compuesta de siete cuadros testimoniales de asesinos diversos.




Cierto: periodismo y literatura rara vez coinciden. Pero estamos ante un escritor cuyo periodismo alcanza niveles de arte, maestría en el manejo del suspenso y la tensión dramática, donde sus personajes hablan en libertad sin ser interrumpidos por el narrador, que astutamente (con sabiduría innata) oculta el background de sus relatos, donde se logra la difícil facilidad, la soltura y la capacidad empática de un alma solidaria. El escritor que no sermonea ni predica ni asume grado alguno de juez: nos muestra la vida, sin dar demasiadas explicaciones, pues gentilmente confía en la inteligencia del lector.

Carlos Sánchez vive, escribe, ama, se embriaga de pasiones, es de palabra precisa, sin rodeos y valiente. De todo esto son prolongación sus personajes. Su obra literaria no es simple espejo: es un prisma a través del cual la luz recibida se multiplica, diversifica; lo inmediato (tan propio de lo periodístico) se transforma en lo trascendente (tan propio de lo literario). Se trata de un poeta (en prosa) al estilo de lo que Jorge Luis Borges propone en su ensayo Arte poética: “contar” como sinónimo de “cantar”, la poesía que vuelve a sus raíces, una épica al estilo de Homero. Sólo que a diferencia de  La Ilíada, en Señales versos no nos hablan los privilegiados (héroes, semidioses, dioses), no: aquí nos hablan los marginados, los que no encajan en los criterios de quienes todo lo saben (el bien y el mal y el más allá), los seres olvidados que nos cuentan su historia (pesadillas y sueños); nos hablan a través del cuentista, se nos muestran cercanos, tangibles, amables, dignos de pervivir a pesar (¿a causa?) de escandalizar a las “buenas” conciencias.

Crímenes, violencia, corrupción, la amistad y el amor que nunca son puros como tampoco lo es el alcohol (así sea de 96 grados), hambre, esclavitud disfrazada de empleo, la poesía floreciendo en medio de la cárcel y el cáncer. Variedad de familias que a fuerza de no ser felices tienen historia. Impresionante crudeza, lenguaje conciso y exacto.

Su escritura cumple con la premisa kafkiana de golpearnos como un mazazo. Es contundente, de cruel ternura, con un sentido del humor irónico. A Carlos Sánchez le duele la vida; pero no se trata sólo del dolor propio: el dolor de los otros, los camaradas, los que se han quedado en el camino y los que quién sabe dónde se quedaron. Solidaridad purísima, si es que tal milagro pudiera ocurrir. No sólo es cronista, cuentista, reportero, dramaturgo, editor, actor: es un joven maestro del arte de vivir, comunicación de dones, el ojo atento, la mente alerta, siempre buscando entender, la búsqueda de la alegría que acepta inteligente el precio de existir, la herida.

¿Dónde está la vida? No en los seres “perfectos”, cuya alma inmaculada perece para este mundo. La vida está en caminar con todo y los tropiezos. Carlos Sánchez, hombre que sabe del sufrir, ha de seguir caminando en su alegría.




*Ramón I. Martínez (Hermosillo, 1971) Maestro en Letras Mexicanas por la UNAM, profesor a nivel bachillerato en el Distrito Federal. Ha publicado Cuerpo breve (IPN-Fundación RAF, 2009). Cursa el doctorado en Humanidades en la UAM-Iztapalapa.


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