domingo, abril 6, 2025
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Imágenes urbanas: La Caravan gris

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Por José Luis Barragán Martínez
José Luis Barragán
“¿Te acuerdas de los Dukes de Hazard? ¿Aquella serie de televisión norteamericana de las corretizas de carros, el tío Jessy, Daisy, Luke y Bob, los policías Inos y Rosco?

“Bueno, pues esas corretizas de carros, carros volando por los aires o chocando contra paredones y  contra árboles no eran imaginarios, es que los gringos son así, una de sus grandes pasiones e ideales es subirse a un carro y correrlo, sacarle todo el jugo posible.

“Un gringo sin carro es un pobre gringo y tanto hombres como mujeres lo aceptan, el carro es su gran ilusión.

“Por eso cuando un gringo se deshace de su carro es porque ya se lo acabó, porque ya es vil chatarra que solo sirve para hacer corcholatas.




“Ahora y aquí viene el gran fraude, a esa chatarra le dan una carroceada y pintada y te la venden como si en verdad sirviera, claro, el mexicano deseoso de andar en cuatro llantas, muy fregón con una mano en el volante y la otra apoyada en la portezuela, mirada autosuficiente, fácil cae en el engaño.

“Yo creo que te debes de esperar, con tantos sacrificios que has ahorrado esos veinticinco mil pesos para que vayan a caer en manos de esos vendedores de chatarra del bulevar Salazar, esos carros americanos no sirven, son desecho, yo creo que con ese dinero puedes comprar algo mexicano que valga la pena, un Chevy ’97 por ejemplo o algo por el estilo”.

La mujer escuchó atentamente los argumentos de su amiga y le dijo:

“La cuestión es que yo quiero una camioneta para toda la familia, una Caravan donde vayamos todos, las agencias de autos usados son muy caras, uno compra lo que puede”.

“Pues sí pero no sirven, ve los periódicos, constantemente sale de accidentes provocados por los autos ‘chocolates’ y no es precisamente por tantos que hay sino porque no les sirven los frenos, el motor, el sistema eléctrico, ha habido veces que hasta el volante se les despega”




“Para mí que exageras Imelda, voy a comprarme una Caravan en el Salazar, ya la tengo vista”.

Por fin llegó la recompensa a tantos esfuerzos y el pasado domingo muy temprano, desde la media calle, no se cansaba de mirar la Caravan color gris con placas de Iowa estacionada por fuera de su casa. “¡Una Caravan para toda la familia!”, simple y sencillamente no lo podía creer.

A las diez de la mañana todos se dirigían al “Gavilán”, todos menos el marido porque estaba  sentido ya que por ahorrar para el carro su señora los había tenido a frijoles y tortillas los últimos tiempos.

En el Río Sonora los cuatro chamacos disfrutaron del paseo, se bañaron, corrieron y su espíritu fue libre durante todo el día, por la tarde-noche iniciaron el retorno.

Pero al llegar a Hermosillo, por el bulevar Enrique Mazón, la Caravan empezó a echar humo por el frente y en cuanto se bajaron como pudieron la lumbre lo inundó todo, hasta con tierra combatieron el incendio a riesgo de una explosión, afortunadamente los bomberos llegaron a tiempo, luego con una grúa jalaron los restos hasta su casa.

Cuando la señora fue al Salazar a reclamarle al vendedor recibió como repuesta: “Caray con la Caravan, cuando la traía de Gringolandia se le salió el eje de las llantas traseras, como que tiene una maldición”.




*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador


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