jueves, noviembre 21, 2024
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Basura celeste: El arte de hundirnos

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Por Ricardo Solís
Hace poco terminé de leer el más reciente libro del español Manuel Vilas (Barbastro, 1962), El hundimiento (Visor Libros, México, 2017), un volumen con el que se hizo acreedor al XVII Premio de Poesía Generación del 27 pero, con todo, no es ese el detalle que me intereso acerca del conjunto de poemas sino la desazón que su lectura me produjo porque, por lo general, muchos autores se decantan por el contenido autobiográfico en lo que escriben aunque, hay que decirlo, suelen caer en las trampas frecuentes que la nostalgia o la sensiblería nos juegan siempre. El caso de Vilas es distinto, no solamente debido a la tensión que mantiene gracias a un tono desolador y extraño, una marca que brinda a su lenguaje una apariencia de cercanía –el fraseo se presenta sencillo y preciso– cuando, la verdad, establece una singularidad en la que no pocos detalles despiertan asombro y admiración, así sean complejos y perturbadores.

Muchas veces, un libro de poemas nos puede parecer una retahíla de versos que no se apartan de lo convencional o, asimismo, una serie de textos a los que une apenas la más ridícula y constante de las lamentaciones (tachonada de cultismos, para que no se diga que el poeta es “malo”); Vilas hace justo lo opuesto, no concede tregua a los vicios habituales y se adentra en juegos temporales en los que el pasado adquiere un papel protagónico y, por supuesto, los descensos a los abismos emocionales (los “hundimientos”) son evocados no sin dificultad, a pesar de darse en entornos o situaciones del todo comunes, perfectamente susceptibles de ser compartidos por su lector posible y con una eficiencia que seduce en buena medida debido a un efecto desgarrador que está lejos de ser inmediato.




Hasta aquí, todo indicaría que El hundimiento es un una completa maravilla, pero no se trata de eso. Defiendo la solvencia de recursos que el poemario acusa y la excelente impresión que causa tras su (primera) conclusión, sin embargo, creo que su virtud primordial no se halla en esas calificaciones sino en la eficacia con la que Vilas toma “otro rumbo” dentro de un terreno harto explorado en la poesía escrita en español; es decir, a pesar de caer en la tentativa de “contar” acerca de sí mismo y sus diatribas emocionales, consigue distraernos de esa impresión primera y trastocar (no poco) nuestros prejuicios como lectores.

De esta forma, el libro de Vilas invade y contraviene la probable seguridad con la que se enfrentan los dilemas de la existencia que, no siempre, escapan a los anzuelos que tienden los discursos que pretextan optimismo y “salvaciones” al alcance de cualquiera. Se requiere de verdadero talento y contención léxica para evadir todo eso y ponernos de cara al rostro múltiple de la figura paterna, a las dificultades de la sobrevivencia económica o a los costosos convencimientos que tenemos acerca del amor de pareja o de familia. Para el poeta, en este libro, hundirse es un hecho insoslayable que no tiene otro rumbo que el que conduce al fondo más oscuro: lo que –triste y sordamente– somos en realidad.




 

Ricardo Solís (Navojoa, Sonora, 1970). Realizó estudios de Derecho y Literaturas Hispánicas en la Universidad de Sonora. Ha colaborado en distintos medios locales y nacionales. Ganador de diferentes premios nacionales de poesía y autor de algunos poemarios. Fue reportero de la sección Cultura para La Jornada Jalisco y El Informador. Actualmente trabaja para el gobierno municipal de Zapopan.


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