Imágenes urbanas: Entre el orden y el desorden






Por José Luis Barragán Martínez
El Multirutas llegó a la parada en el extremo poniente del bulevar Lázaro Cárdenas, serían las 7:30 de la mañana, subimos varias personas, algunos todavía bostezando.
El carro iba despacio, semivacío, pero el chofer se miraba tranquilo, como de quien confía en que todo es cuestión de oprimir el acelerador y el pasaje llegará, poco a poco.
Pronto la siguiente parada, subieron más personas y seguimos el camino.
Sumido en mis pensamientos calculaba los asuntos que trataría en los edificios públicos del Vado del Río, aprovecharía también para saludar algunos conocidos.
De pronto un bólido por el lateral izquierdo muy cerca de nosotros: “¡Ssssummmmm!”
La desmodorra fue general, todos nos sobresaltamos y tardamos en darnos cuenta de lo que se trataba, otro Multirutas nos había rebasado y allá iba, como si volara, al ras del suelo, cada vez más adelante.
Nuestro chofer con cara de sorpresa miraba para todos lados y dándose cuenta del asunto oprimió el acelerador aparejándose a su competidor en la siguiente parada: “¡Oye qué te traes, porqué te metes, es mi corrida!”
El otro simuló no escucharlo y silbando, simplemente se hizo un poco más para adelante mientras terminaba de subir a la gente.
Poco después volvió a rebasarnos y aunque en principio el nuestro hizo el intento de competir terminó por mantener la cordura, permitiendo que el otro siguiera en su loca carrera ganando el pasaje de enseguida, y mientras que a nosotros parecía que nos llevaban en exposición ellos iban veloz, colgados hasta de las puertas y se perdieron a lo lejos.
De pronto llegamos al Sahuaro y ¡oh sorpresa!, allí estaba el del Multirutas malora discutiendo con el checador rodeado de un mar de gente, éste último se dirigió a nosotros diciéndole al conductor: “¡Llévate el pasaje porque a éste -señalando al competidor- lo voy a sacar de la ruta!”
El nuestro protestó: “¡Cómo que llévate el pasaje si casi vengo vacío, no me dejó nada, yo vengo en mi horario, él se metió! ¿Me vas a dar la lana?”
“¡Tú llévate el pasaje, ya te dije que a él lo voy a sacar de la ruta y ay que muera!”
En el fondo la discusión estaba de más porque la gente ya se había metido hasta por las ventanas y esperaba impaciente: “¡Vámonos chofer hay que ir a trabajar!”, “¡Luego se ponen de novios se hace tarde!”
Y aquel hombre otrora tranquilo se sentó de mala gana frente al volante mientras vociferaba: “¡Cállense o los bajo, agarren un taxi si traen tanta prisa!”
No fue lejos por la respuesta, una señora al parecer líder se le apanteró de inmediato: “¡Vale más que te calles hijito de mi alma, porque si no te denuncio y les vamos a tomar las oficinas allá en Autotransportes!”
Y ahí vamos hechos la mocha y las protestas en cada acelerón y enfrenón: ¡“Pérate, crees que traes vacas!” “¡Bajan, bajan, estás sordo!”
Entre gritos y protestas llegamos a la Casa de la Cultura, mi destino, y me bajé viendo perderse aquel camión en su desaforada carrera.
Empecé a caminar justo en el momento en que un policía de Tránsito, con su libreta de infracciones en mano, le ordenaba parar a un “vochito” de la edad del caldo que echaba humo por el escape y alcancé a escuchar:
“¡Que pasó mi agente, todo está en regla, las placas, el permiso, mi licencia!”, “pues sí mi amigo, pero está contaminando el ambiente”.
Mientras tanto diferentes carros chuecos longapafa pasaban zumbando por cerca de nosotros, uno inclusive estaba estacionado en plena banqueta tal vez porque su dueño andaba en la casa de las artes y del saber.
Seguí mi rumbo pensando en aquel chofer ordenado del Multirutas que fue arrastrado al desorden y en el hombre del vochito que se resiste a caer en el mundo de los carros chuecos, pensando en lo difícil que es vivir en estos tiempos dentro del orden y la legalidad.
*Por José Luis Barragán Martínez, colaborador





