jueves, noviembre 21, 2024
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Ludibria: Abigael Bohórquez, Digo lo que amo, reedición 2015

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Por Ramón I. Martínez
Ramón I. Martínez. La ChicharraEn 1976, apareció la primera edición del poemario que se reedita. Los homenajes no siempre están caracterizados por la solemnidad.  Ejemplo claro de ello es el homenaje que Cervantes rinde a las novelas de caballería a través del ludismo desplegado en El Quijote: se homenajea parodiando. El poemario Digo lo que amo de Abigael Bohórquez constituye un homenaje a Oscar Wilde. Un homenaje no exento de cierta parodia o imitación burlesca, pues ésta se dirige no contra Wilde, sino contra el proceso judicial que lo condenó.




Dicho poemario fue escrito en 1975, justo cuando se cumplían setenta y cinco de la muerte de Oscar Wilde. Su deceso (1900) estuvo marcado por la tragedia que le significó el haber pasado dos años de trabajos forzados (1895-1897), pena impuesta por los delitos repetidos de gross indecency —ésta es una de las maneras eufemísticas para referirse a las relaciones homosexuales en la Inglaterra victoriana. Reza una de las dos dedicatorias que abren Digo lo que amo:

A LA MEMORIA
de
OSCAR WILDE
en el 75 aniversario
de su muerte.
(Bohórquez, 1976: 9)

De hecho, la muerte de Wilde fue resultado directo de dicha pena de trabajos forzados, la cual lo dejó moral y físicamente dañado, sin remedio.




¿De qué forma Digo lo que amo constituye un homenaje a Oscar Wilde como figura trágica durante su proceso? Pudieran encontrarse cuando menos dos respuestas para esta pregunta.

Primera, se le dedica este poemario a Wilde como figura emblemática del amor transgresor. De hecho, el amor se ve presente —en este poemario— como una actitud vital, plena de audacia, subversiva, de rompimiento de las reglas, llena de elementos carnavalescos, que afronta el riesgo y la condena social.

Segunda, se le homenajea a través de una parodia que transforma el funesto fin de Wilde en el satírico destino del personaje lírico que se instaura a lo largo del poemario. La parodia se entiende aquí como imitación burlesca. Si durante su proceso Oscar Wilde se muestra inerme ante sus detractores, el yo lírico del poemario Digo lo que amo se burla y satiriza a esos detractores, se parodian las diversas etapas del proceso judicial a través de los títulos de los varios poemas, así como en el cuerpo de los mismos. A la vez, el yo lírico hace gozoso alarde de su amor a través de una expresión lírica llena de vehemencia. Se trata de un amor que es semejante al de Wilde, es decir, al “amor que no se atreve a decir su nombre.”




Bohórquez inicia su poemario con dos epígrafes que, como tales, resumen los presupuestos del texto que presiden y dan una orientación general para la lectura inteligente del mismo. El primer epígrafe está tomado del poema “Si el hombre pudiera decir”, incluido en el poemario Los placeres prohibidos (1936), de Luis Cernuda.

Si el hombre pudiera decir lo que ama,
si el pudiera levantar su amor por el cielo
como una nube en la luz;
…………………………………………………………
yo sería al fin aquel que imaginaba;
aquel que con su lengua, sus ojos y sus manos
proclama ante los hombres la verdad ignorada,
la verdad de su amor verdadero.”

LUIS CERNUDA
(Bohórquez 1976:7)

En general, puede decirse que Los placeres prohibidos es un libro donde el poeta expone y defiende su inclinación amorosa: una defensa del amor. En esa defensa, Cernuda recurre a imágenes audaces que hieren a las mentalidades conservadoras y tradicionalistas, imágenes que no eluden invocar a los hombres amados. En particular, el poema “Si el hombre pudiera decir” expresa el advenimiento de una utopía —por lo mismo, de  advenimiento irrealizable— que no deja de dar sentido a la propia existencia.




Es fácil relacionar el primer verso del epígrafe de Cernuda (“Si el hombre pudiera decir lo que ama”) con el título del poemario de Bohórquez (Digo lo que amo). Realmente Bohórquez —a través de la construcción de su yo lírico— logra solazarse largamente en la realización —valga el término— de la utopía que resulta del poema cernudiano. Al solazarse en ella, la recrea.

A decir de Paz: la sociedad burguesa condena a la marginación a los hijos rebeldes de la modernidad, que son los poetas. Como parte de esta rebeldía, sostiene Paz, está la misma defensa que los poetas hacen del amor. Con esta opinión, según se comenta líneas arriba de este inciso, concuerda Bohórquez.

Asimismo, el conjunto de los títulos de los poemas semejan (imitan, parodian) un proceso judicial —simbólico— donde los amantes terminan por burlar a sus perseguidores dedicándoles a estos una balada (que en este caso es un balido: parodia de balada de la cárcel de Reading escrita por Wilde). Todo esto logrando —a través del constante uso de la parodia— que el poemario de Bohórquez semeje un gran poema donde se cumple el doble principio del que hablara Paz para el poema largo: unidad y diversidad, a la vez que sorpresa y recurrencia. Al final de la secuencia que forman estos poemas, los amantes que dan libres, indemnes. En la ficción que forma el grupo de poemas de Digo lo que amo, la utopía termina triunfando: el amor y el erotismo se cumplen. Esperamos que esta reedición de Digo lo que amo vuelva accesible a nuevas generaciones de lectores la poesía disidente y clara de Abigael Bohórquez. Vale.



*Ramón I. Martínez (Hermosillo, 1971) Maestro en Letras Mexicanas por la UNAM, profesor a nivel bachillerato en el Distrito Federal. Ha publicado Cuerpo breve (IPN-Fundación RAF, 2009). Cursa el doctorado en Humanidades en la UAM-Iztapalapa.


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