jueves, noviembre 21, 2024
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La Perinola: Idiotas somos todos

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Por Álex Ramírez-Arballo
Creo que soy una persona de inteligencia promedio, así lo he sido siempre: nunca tuve problemas para aprender los contenidos de las materias que estudié en mis tantísimos años de escuela; las letras me entraron siempre sin sangre y las borrascas matemáticas las hube de capotear sin brillantez pero sin dramas. Soy muy disciplinado en la lectura, eso sí, porque la veo como un gimnasio de la mente que me hace fuerte y me otorga recursos imaginativos y verbales que resultan indispensables para el desempeño de mi profesión. Pues bien, con todo esto, la lista de estupideces que he cometido en mi vida, algunas de ellas muy gordas, resulta francamente sonrojante. En ocasiones me acuerdo de las cosas que hice cuando tenía veinte años y me estremezco pensando en todo lo que pudo pasar y que afortunadamente no pasó, seguramente porque me tocó un ángel de la guarda muy competente o acaso porque mi madre conocía un repertorio de oraciones realmente potentes.

Aún más: los genios tampoco escapan de esta maldición. Hace poco leí en el periódico local la historia de un muchacho prodigio, un auténtico crack de la ciencia con un hermoso futuro por delante que en una noche de tragos se fue con sus amigos a asaltar una pequeña tienda de conveniencia. Los atraparon dos días después. El muchacho destruyó su porvenir a cambio de un botín ridículo: cincuentaitrés dólares. ¿Por qué, Dios mío, por qué?




Un abultado coeficiente intelectual no es garantía de nada. La inteligencia fracasa a menudo, como lo podemos corroborar a nuestro alrededor; la capacidad de analizar la realidad con base en lo que percibimos a través de los sentidos no equivale necesariamente a tomar buenas decisiones. En nuestro interior existe un número infinito de resortes emocionales que parecen dispararse a la menor provocación, estimulando el caos ahí donde todo estaba dispuesto para una navegación en tersa calma.

Me parece que mucho hemos dedicado a estudiar la inteligencia operativa, pero poco o muy poco hemos hecho para indagar, desde una perspectiva auténticamente científica, en sus patologías y desviaciones. La cantidad de personas, sean genios o no, que se sabotean a sí mismas, que se crean problemas donde no los había, que se vuelven sus peores enemigos es enorme, y el precio que pagamos todos sigue siendo alto. El tema me interesa por motivos pedagógicos: tengo la sensación de poder ayudar desde mi trabajo en el aula y en los medios a promover una conciencia plena de nuestra complejidad, todo para que abandonemos el ideal positivista de una razón eficiente y nos adentremos en un campo más extenso, uno que reconozca de una forma más acabada el misterio de nuestra propia condición humana.

Hay tontos que nacen tontos y tontos que, por causas que aún desconocemos, han elegido serlo.




 

Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com


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