La Perinola: Contra la infancia
Por Álex Ramírez-Arballo
No quiero decir aquí que mi infancia fue mala porque eso sería mentir. Cuando era niño me divertí mucho con mis hermanos, primos y amigos; y creo que hice y deshice alcahueteado por una familia que jamás ejerció sobre mí ningún tipo de violencia: fui afortunado. Sin embargo, yo, como todos los niños, tuve que plegarme ante la autoridad, lo que chocaba frontalmente con mi carácter antojadizo y anárquico. No me rebelé porque nunca tuve el coraje de hacerlo, pero aún recuerdo con dolor la impotencia que sentía ante una orden venida desde lo alto, desde la boca de alguno de mis padres o de algún maestro. Aquella voluntad fue siempre inapelable.
El niño vive atrapado en su jaula. Todo lo que lo rodea lo constriñe y limita, a pesar de que en muchos casos se trata de seres humanos con gran sensibilidad y juicio; sus posibilidades no trascienden las fronteras del juego, que es su único espacio de libertad auténtica. ¿Qué hace un niño cuando ama o sueña? Todo amor y todo proyecto infantil está condenado dolorosamente al fracaso. Sin embargo, el tiempo es aliado de los niños porque poco a poco los libera de su reclusión, esa que desde la adultez pintamos de colores porque la nostalgia distorsiona ridículamente la memoria.
Pero antes de ser adulto hay que ser adolescente, y ahí la cosa es peor, porque no nos queda ni la libertad del juego. El adolescente busca insertarse en el mundo de los adultos, pero estos lo ignoran porque lo siguen considerando un niño; el sentimiento de rechazo es atroz y ha marcado la vida de más de uno. Yo creo que mucho bien le haríamos los adultos a los adolescentes si pusiéramos sobre sus hombros responsabilidades reales, si los invitáramos a participar de la vida social sin esa actitud condescendiente y grosera que suele ser tan común entre quienes se sienten más expertos o más sabios.
Y bueno, tarde o temprano uno llega a la edad adulta, y somos libres, pero la libertad aterra. Muchos quisieran regresar a sus años más tiernos, inventando en su mente un paraíso que jamás existió, pero que al menos tuvo el “beneficio” de que alguien más se hiciera cargo de las responsabilidades más elementales. En lo que a mí corresponde, prefiero el aquí y el hoy, esta hora en la que me encuentro escribiendo, esta soledad buscada y este oficio mío de las aulas. Me parece que todo ser humano no tiene más destino que convertirse, como dijera el mítico poema de William Ernest Henley, en capitán de su propia alma.
Álex Ramírez-Arballo. Doctor en literaturas hispánicas. Profesor de lengua y literatura en la Penn State University. Escritor, mentor y conferenciante. Amante del documental y de todas las formas de la no ficción. Blogger, vlogger y podcaster. www.alexramirezblog.com