Ludibria: En el mar de tu nombre
Por Ramón I. Martínez
En el principio, era el verbo “cantar” una historia. “Cantar” y “contar” eran una y la misma cosa. Así fue con Homero, así fue con Hesiodo. Esto nos lo recuerda Jorge Luis Borges en su volumen Arte poética. Si el lenguaje recurre a metáforas, comparaciones, imágenes varias, no era un mero regodeo lingüístico. Se trataba de una necesidad inaplazable de unir el canto a la historia de héroes que no suelen tener final feliz alguno. El propio Borges vaticina que ambos oficios, el poético (cantar) y el narrativo (contar), volverán a fundirse en uno sólo, candente y luminoso tal vez, como una luna sangrante, como un infinito par de rieles y carreteras que atraviesan el desierto y nos llevan hacia el mar.
En el mar de tu nombre, Carlos Sánchez ha unido de nueva cuenta estos dos oficios. Aquí nos da una lección de originalidad (la vuelta al original cantar/contar) en esta novela entrañable donde los recuerdos y las alucinaciones rompen esa delgada línea entre realidad “real” y realidad “poética” en el ansia de narrar, la ineludible búsqueda de recorrer el camino.
El narrador, en primera persona ante todo, viaja. Es un transterrado, un migrante, un exiliado en recuerdos, buscando a la que se fue y ha de reencontrar, como en una novela bizantina. Libertad de viajante que va y viene entre pasados y presentes futuros. “En mis ojos siempre cantas, bailas… Tu cuarto a estas alturas permanece clausurado, con tu ropa y tus juguetes, tus libros y discos exactamente donde los dejaste esa mañana de viernes de la cual no regresas aún. No obstante, vienes, estás conmigo. Más pronto que tarde, después de librar el desierto, allá donde termina la arena y empieza la sal, nuestro encuentro estará.” El desierto de Altar, el mar de Sonora, la ruta de las misiones, demuestran que lo regional puede llegar a ser universal, como universal es lo humano, como todo humano tiene su Ítaca.
Esta novela es un homenaje a la figura del poeta Abigael Bohórquez, poeta sonorense que ha trascendido a la inmortalidad y dejó en Carlos Sánchez una honda huella. Esta novela resultó triunfadora en el Concurso del Libro Sonorense en 2012. A decir de Jorge F. Hernández, uno de los jurados del certamen en el que Sánchez resultó ganador, “esta novela, sin pretender ser una crónica, aborda con fortuna el tema de los indocumentados, en donde el lector acompaña al narrador por una geografía, la de los paisajes perdidos en el desierto de Sonora, en un viaje de búsquedas personales. Bien escrita y bien planteada, la novela denota a un escritor que domina su oficio. Se trata además, de un homenaje profundo al poeta sonorense Abigael Bohórquez”.
*Ramón I. Martínez (Hermosillo, 1971) Maestro en Letras Mexicanas por la UNAM, profesor a nivel bachillerato en el Distrito Federal. Ha publicado Cuerpo breve (IPN-Fundación RAF, 2009). Cursa el doctorado en Humanidades en la UAM-Iztapalapa.